jueves, 3 de octubre de 2013

TODOS LOS DIAS 2 DE OCTUBRE SANTOS ANGELES CUSTODIOS

Ya hace más de un año conversé con el padre Ángel Peña sacerdote muy familiarizado con los santos ángeles ante tan vasto conocimiento y experiencia lo ha volcado en sus algunos de sus sendos libros cuya pluma luminosa nos hace profundizar en la devoción de éstos seres que no se ven pero existen.

En ésta página deseo transcribir un libro completo de la autoria del sacerdote , cuyo título es ÁNGELES EN ACCIÓN , y leo que es muy interesante para el estudio enmarcado según la doctrina católica sobre los ángeles  . Los relatos de lo sobrenatural nos anime a invocarlos con más confianza y así ensanchar nuestra fe tan combatida con la falsa angelología de la New Age o Nueva Era.




P. ÁNGEL PEÑA BENITO O.A.R.
 
ÁNGELES EN ACCIÓN


LIMA - PERÚ 


ÁNGELES EN ACCIÓN

Nihil Obstat P. Agustín Lira Chiok Vicario Provincial del Perú Agustino Recoleto
Imprimatur Mons. José Carmelo Martínez Obispo de Cajamarca (Perú)

ÁNGEL PEÑA O.A.R. LIMA - PERÚ 2006 

ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN 

Ángeles falsificados. Ángeles caídos. Ángeles de Dios. Los coros de los ángeles.

HISTORIAS BÍBLICAS: 

1.- El ángel del desierto. 2.- El ángel de nuestros sueños. 3.- El ángel de la bendición. 4.- El ángel de la oración. 5.- El ángel de la curación. 6.- El ángel del fuego. 7.- El ángel proveedor. 8.- El ángel protector. 9.- El ángel poderoso. 10.- El ángel del nacimiento. 11.- El ángel de la alegría. 12.- Los ángeles servidores. 13.- El ángel del consuelo. 14.- El ángel liberador. 15.- El ángel que nos lleva al cielo. 16.- El ángel de la predicación. Misión de los ángeles. Flores para los ángeles. Ángeles puros. Ángeles de paz. Ángeles poderosos. Millones de ángeles. Los ángeles y la misa. Comulgar con los ángeles. Los santos y los ángeles.

HISTORIAS DE ÁNGELES:

 a) El ángel estudiante. b) El ángel mecánico. c) El ángel bombero. d) El ángel mendigo. e) El ángel misionero. f) El ángel suplente. g) El ángel chofer. h) El ángel músico. i) El ángel médico. j) El ángel que ora. k) El ángel libertador. l) El ángel guardaespaldas. ll) Los ángeles acólitos. m) Ángeles en acción. Más experiencias de ángeles. Mi vida con los ángeles. Pacto de amor. Oración a mi ángel. Oración antes de la misa.

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA 


INTRODUCCIÓN


En este libro queremos insistir en la importancia de ser amigos de nuestro ángel custodio y, en general, de todos los ángeles, pues los ángeles son tan reales como lo es el aire que respiramos. Ellos nos aman y nos cuidan. Son fuertes y hermosos, más brillantes que el sol. Son puros y llenos de amor. Por eso, deberíamos sentirnos orgullosos de su amistad.
En un primer libro, Tu amigo el ángel, he hablado ya de este tema, pero es tan grande mi amor a ellos que he querido profundizar más con la esperanza de que haya más católicos amigos de los ángeles. ¿Alguna vez les hemos agradecido su ayuda y protección? ¿Alguna vez nos acordamos de invocarlos y de que nos ayuden en los momentos difíciles de la vida? ¿Nos acordamos de saludar y amar a los ángeles de los que nos rodean? Son muchas las preguntas que podríamos hacer ¡Ojalá seamos conscientes de la importancia de los ángeles y de la eficacia de ser sus amigos!
Estimado lector, te deseo que seas amigo de todos los ángeles, especialmente, de tu ángel custodio. Vale la pena aceptar la amistad que nos brindan y ofrecerles también nuestra amistad. Los ángeles están siempre vigilando y ayudando. Nunca están ociosos, pero esperan tu llamada para entrar en acción en tu favor. Por eso, te deseo un buen viaje por la vida en compañía de los ángeles.
* * * *
En la misa estás junto a los ángeles (San Juan Crisóstomo)

ÁNGELES FALSIFICADOS

Los ángeles son seres personales, espirituales, servidores y mensajeros de Dios (Cat 329). Son criaturas personales e inmortales y superan en perfección a todas las criaturas visibles (Cat 330). Por eso, es muy triste ver a mucha gente que tiene un concepto totalmente equivocado de los ángeles y que nunca buscarán su amistad, porque no creen que sean personas; sino que los confunden con energías o con fuerzas impersonales, incapaces de pensar ni de actuar por sí mismos.
Lamentablemente, si uno va a una librería, podrá encontrar libros sobre ángeles, que dan suerte y dinero o que ayudan a tener éxito. Eso parece ser lo único que les interesa a algunos.
Otros consideran a los ángeles como esclavos automáticos del hombre, de modo que todo lo que le pidan será automáticamente concedido. Según ellos, pueden contestar preguntas sobre cualquier tema o pueden ayudar en cualquier cosa, como si fueran robots que actúan sin inteligencia y sin libertad. Pero nada más lejos de la realidad. Los ángeles son buenos, pero no esclavos. Ellos obedecen a Dios y están a su disposición para servirnos.
Hay quienes confunden a los ángeles con sus propios sentimientos. Hablan de ángeles interiores y de ángeles exteriores. Incluso, les ponen los nombres más disparatados que se puede imaginar. Unos dicen que hay ángeles encargados de los signos del zodíaco o de cada día de la semana o de cada mes o año, de cada color o de cada sentimiento. En fin, unas ideas totalmente equivocadas, alejadas de la doctrina católica.
No faltan quienes dan cursos y charlas para aprender a comunicarse con ellos. De modo que sólo los iniciados pueden hacerse entender y ayudar por ellos. Algunos dicen que hay que poner seis velas y seis vasos con seis peticiones y esperar cierta hora para que vengan a ayudarnos.
En el libro Jugando con los ángeles de Hania Czajkowski, se ofrece la mejor manera de conseguir consejos de los ángeles y una buena comunicación con ellos. Es un juego mágico en el que se combinan dos series distintas de cartas (en total son 104) para conversar con los ángeles y conseguir las respuestas que necesitamos a nuestros problemas.
En ese mismo libro, se incluye un Botiquín de primeros auxilios angélicos, destinado a curar todas las heridas del alma con mucha dosis de cariño y ternura angelical. Pareciera que, en este caso concreto, pudiera conseguirse cualquier cosa de ellos por medio de cartas, que contienen oráculos con todas las respuestas a nuestras preguntas y necesidades. ____________ Nota.- Cat se refiere al Catecismo de la Iglesia Católica. Otros dicen que la comunicación con ellos puede hacerse por medio de sueños o de meditación transcendental o de oraciones especiales. Hablan de realizar ciertos ritos para mejorar la comunicación como ponerse cierta ropa, pues cada color atrae a cierto tipo de ángeles. Algunos hablan de cristales angelicales, que están llenos de energía angélica y que sirven para comunicarse con ellos. Por supuesto que estos cristales u otros objetos de comunicación cuestan dinero y no son para los pobres.
También se venden talismanes y objetos llenos de energía angelical para defenderse de los enemigos. En algunas tiendas se venden esencias de ángeles y líquidos de distintos colores para comunicarse con distintas categorías de ellos.
Algunos, que se consideran especialistas en el tema, dicen que el color rosa es especial para comunicarse con el ángel custodio; el azul es para comunicarse con los ángeles que sanan; el rojo para comunicarse con los serafines... Según ellos, hay ángeles especializados en conseguir novio o sanar el cáncer o el sida o los problemas de garganta o de estómago. Otros son especialistas en enseñar a ganar dinero fácilmente o en conseguir trabajo. Hay ángeles, que son apropiados para cada profesión. Ángeles para arquitectos o ingenieros o abogados, médicos, etc.
Normalmente, estos sabios, o mejor sabidos, en el tema de los ángeles, aceptan la reencarnación y creen que hay ángeles para los hombres de esta vida y para las sucesivas vidas que seguirán. ¡Hablar de ángeles y de reencarnación! ¡Algo totalmente contradictorio para un cristiano! Los seguidores de la Nueva Era hablan de que no hay ángeles caídos o demonios. Todos son buenos; los demonios, dicen, no son malos. Y mezclan a los ángeles con el ocultismo y, a veces, afirman que son extraterrestres o reencarnaciones de hombres superiores, que ya pasaron por este mundo... En cuanto a opiniones, parece que todo vale. Pero nosotros no podemos creer en tantas barbaridades, que pueden llevarnos a la confusión o a la negación de la existencia de estos seres puros y hermosos, que son nuestros compañeros de camino y que Dios nos ha dado como amigos para ayudarnos en nuestras luchas y dificultades de la vida.
Por eso, seleccionemos los libros que leemos, tengamos prudencia en no asistir a cursos o charlas sobre ángeles de sectas o grupos no católicos y, sobre todo, aprendamos lo que dice la Iglesia en el Catecismo y lo que nos dicen los santos, que han vivido en íntima unión con los ángeles y son un ejemplo para nosotros.

ÁNGELES CAÍDOS

Ciertamente, los demonios existen y son millones. Son ángeles caídos que se rebelaron contra Dios. En mi libro La vida es una lucha contra el mal, he hablado sobre este tema. Contra ellos tenemos que luchar a brazo partido, pues, como nos dice san Pablo: Nuestra lucha no es contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los malos espíritus (Ef 6, 12). Los demonios luchan para alejarnos de Dios y atraernos a su reino de maldad y llevarnos a vivir en su compañía eternamente en el infierno. Pero con la ayuda de Dios podemos vencerlos.
El padre Giovanni Salerno, misionero en las alturas de los Andes peruanos del Sur del Perú, cuenta que, en una ocasión, se le presentó una pobre mujer, que le quería entregar a su niño, suplicándole con lágrimas en los ojos, que le encontrara alguien que lo adoptara en Europa, y se lo dejó.
Esta pobre mujer era una “esclava”. Su patrona, una maestra, era la dueña del pueblo, dueña de las vacas, dueña de todo: una verdadera déspota del pueblo; y, cuando supo el hecho, desencadenó un infierno contra mí, obligando a la mamá del niño a buscarme para que se lo devolviera. Pero no pude devolvérselo, porque ya lo había entregado yo al juez de paz de Cotabambas. Aquella patrona sembró en todo el pueblo pesadas calumnias contra mí... Valiéndome del hecho de que el juez de paz me había entregado a mí aquel niño y que, por lo tanto, según la ley, el niño era mío, decidí ir al pueblo (para arreglar la situación). Pero llegado a la entrada del poblado, el caballo no pudo dar un paso más. Con su cabeza hacía grandes esfuerzos para avanzar; pero, inútilmente, pues parecía como si tuviese delante de sí una muralla que no podía atravesar.
Entonces, bajé del caballo, recé una oración de liberación contra el maligno y rocié al caballo con agua bendita. Hecho esto, el caballo volvió inmediatamente a galopar. Todas las personas esperaban que sucediera una tragedia, pero no: aquel niño, dejado libre por la patrona, corrió a echarse en mis brazos. Ahora es un joven que vive en Italia, adoptado por una maravillosa pareja de esposos.
Podría narrar muchas anécdotas acerca del demonio. Por ejemplo, Satanás se ensañó conmigo y empezó a inquietarme y atormentarme con terribles temores y angustias, que llegaron a enfermarme del corazón y ninguna medicina podía devolverme la serenidad y la salud a tal punto que, solamente con mucho esfuerzo y sin levantarme de la cama, lograba celebrar la santa misa. Pero le rezaba a la Virgen María, le rezaba, le rezaba... Oraba y no me cansaba de rezar rosario tras rosario todo el día. Pero, cuando la situación se agravó, le pedí a Alipio, el chofer de la Misión, que me llevara al Cuzco y desde allí a Lima. A mitad del camino a Cuzco, paramos para un poco de descanso. Fue entonces, mientras bajaba del coche, cuando sentí que una fuerza misteriosa dejaba mi cuerpo; sentí algo así como un ser que salía de mi cuerpo, al mismo tiempo que volvían a mí el vigor y la alegría de vivir.
Recuerdo que un sacerdote fue a bendecir una casa y, al llegar a cierta habitación, donde se había practicado la ouija y adivinación, no podía entrar a bendecirla, como si una fuerza poderosa se lo impidiera. Invocó a Jesús y a María y pudo entrar, encontrando en uno de los cajones de la habitación unas figuras de diablos, que habían usado en sesiones de magia. Por eso, es bueno bendecir las casas y los coches para pedir la protección de Dios. Especialmente, hay que bendecir los lugares donde hayan practicado magia o hechicería y quemar los objetos que se hayan usado. Se puede decir la siguiente oración, echando agua bendita: Señor, visita esta habitación, aparta de ella todas las asechanzas del enemigo, que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en tu paz. Amén.
Recordemos que el demonio es poderoso, pero más poderoso es Dios. Y cada ángel puede detener el poder maléfico de todos los diablos juntos, pues actúa con el poder de Dios. Este mismo poder nos ha dado Jesús a nosotros, si actuamos con fe: El que crea en mí, expulsará demonios (Mc 16, 17).
¡Cuántos accidentes se evitarían y de cuántos daños nos libraríamos, si invocáramos con fe la ayuda de nuestro ángel!
ÁNGELES DE DIOS
Los ángeles son buenos y son servidores de Dios. Hay millones de ángeles, adorando a Dios delante de su trono. Así lo dice el Apocalipsis: Oí la voz de una multitud de ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Su número era de miríadas de miríadas y millares de millares (Ap 5, 11) Y repiten sin descanso día y noche: Santo, Santo, Santo. Señor, Dios todopoderoso... Y adoran al que vive por lo siglos de los siglos y arrojan sus coronas delante del trono diciendo: Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque Tú has creado el universo y por tu voluntad lo que no existía fue creado (Ap 4, 8-11).
Ellos se sentirán felices de que nos asociemos a ellos en la adoración a nuestro Dios y Señor. Por eso, cuando vamos a una iglesia, pensemos que hay millones de ángeles, adorando a Jesús Eucaristía, y asociémonos a ellos adorando a nuestro Dios.

LOS COROS DE LOS ÁNGELES

Según todos los autores, hay nueve coros de ángeles:
1.- Ángeles, que aparecen en muchos textos bíblicos (Ap 5, 11; Dan 7, 10). 2.- Arcángeles, especialmente san Miguel, Gabriel y Rafael (1 Tes 4,16). 3.- Principados (Ef 6, 12; Col 1, 16; Rom 8, 38; 1 Co 15, 24; Ef 1, 21; Col 2, 15; Col 2, 10; Ef 3, 10). 4.- Virtudes (Ef 1, 21; 1 Pe). 5.- Potestades (los mismos textos que para los principados). 6.- Dominaciones (Col 1, 16; Ef 1, 21). 7.- Tronos (Col 1, 16). 8.- Querubines (Ez 10, 1-20; Gén 3, 24). 9.- Serafines (Is 6, 2-6).
Según las revelaciones de Dios a la mística alemana Mechtilde Thaller (1868-1919), los principados cuidan las parroquias y a todos los fieles de la misma. Están siempre adorando a Jesús sacramentado, día y noche, y rezando por los fieles de la parroquia. Ningún sacerdote debería dejar de saludar al ángel de su parroquia y a los ángeles que rodean y adoran a Jesús ante el sagrario parroquial.
Los ángeles virtudes fomentan las virtudes y las personifican de alguna manera. Algunos de estos ángeles destacarían especialmente en una virtud concreta, por ejemplo, en la pureza, en la fidelidad, en la generosidad, en la paciencia, en la alegría, en la esperanza. Por eso, sería muy conveniente pedir al ángel Pureza esta virtud, o al ángel Alegría, que nos dé la alegría que necesitamos para librarnos de la tristeza. Y así podemos hacer con otras virtudes, especialmente, con aquellas que más necesitamos.
Los ángeles potestades acompañan a los sacerdotes en sus funciones litúrgicas, sobre todo, cuando celebran la misa y confiesan…
Los ángeles dominaciones son ángeles que asisten especialmente a los misioneros para extender el reino de Dios. Son los ángeles de la enseñanza, sea en la universidad, en la dirección espiritual…
Los tronos son ángeles de categoría regia, pues son los ángeles que ayudan y asisten a los reyes y a los altos dignatarios.
Los querubines son las espadas de Dios, espadas de fuego, y están delante del trono del Papa y delante de ciertos santuarios para cuidarlos.
Los serafines son los ángeles - amor, que están al servicio del Amor. Sin cesar ellos adoran y aman a la Santísima Trinidad. Han sido creados para amar y adorar a Dios. Son los ángeles de más categoría espiritual o más amor: Están llenos del fuego del amor de Dios.
Quizás estas ideas de Mechtilde Thaller sean opinables, pero lo que sí es cierto es que hay coros de ángeles diferentes, que tienen misiones distintas y que sería muy bueno hacernos amigos de cada uno de estos coros para que nos ayuden en nuestra vida.
Personalmente, de vez en cuando, cuando celebro la misa, invito de modo especial a uno de los coros angélicos para que así, en distintos días, pueda tener su compañía especial, aunque normalmente los invito a todos a acompañarme en la celebración eucarística. 

HISTORIAS BÍBLICAS

1.- EL ÁNGEL DEL DESIERTO

En la historia de Agar, esclava de Sara, la esposa de Abraham, se nos dice que Agar huyó al desierto, porque Sara la maltrataba. Un ángel de Dios se le presentó junto a una fuente de agua. Y el ángel le aconsejó que volviera a casa de su señora (Gén 16). Pero, cuando nació su hijo Ismael, hijo de Abraham, Sara se sintió celosa y mandó que se fuera de la casa. Ella estuvo vagando por el desierto, desesperada, buscando agua, porque el niño se moría de sed y lloraba mucho. Entonces, el ángel se le vuelve a aparecer de nuevo y le dice: No tengas miedo, porque Dios ha escuchado la voz del niño... Y le abrió los ojos y vio un pozo de agua. Fue y llenó el odre de agua y dio de beber al niño (Gén 21, 17-19).
Los ángeles pueden presentarse de parte de Dios para salvarnos del desierto de la soledad o de la incomprensión. Otras veces, los ángeles pueden inspirar a alguien que se presente a ayudarnos y sea como un ángel que solucione nuestro problema. Los ángeles nos levantan el ánimo y nos ayudan a sobreponernos a las dificultades para cumplir nuestra misión.

2.- EL ÁNGEL DE NUESTROS SUEÑOS

A veces, Dios puede permitir que un ángel nos comunique mensajes por medio del sueño como lo hizo con José, a quien le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es obra del Espíritu Santo... Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado (Mt 1, 20-24). En otra oportunidad, el ángel le dijo en sueños: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto y estáte hasta que yo te diga (Mt 2, 13). Y muerto Herodes, de nuevo se le presenta en sueños el ángel y le dice: Levántate, toma al niño y a su madre y ponte en camino a la tierra de Israel (Mt 2, 20).
También Jacob, mientras dormía, tuvo un sueño. Soñó con una escalera, apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella... Y vio que Dios estaba sobre ella. Y asustado dijo: ¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa, sino la casa de Dios y la puerta del cielo! (Gén 28, 12-17).
Los ángeles velan nuestros sueños, suben al cielo y bajan a la tierra, si se puede hablar así, para presentar ante Dios nuestras obras y oraciones. Mientras dormimos, los ángeles oran por nosotros y nos ofrecen a Dios. ¡Cuánto ora nuestro ángel por nosotros! ¿Hemos pensado en agradecérselo? ¿Y si pedimos oraciones a los ángeles de nuestros familiares y amigos? ¿Y a los que están adorando a Jesús en los sagrarios? Pidamos oraciones por nosotros a los ángeles. Ellos velan nuestros sueños.

3.- EL ÁNGEL DE LA BENDICIÓN

Los ángeles también nos bendicen frecuentemente en nombre de Dios. Por eso, es hermoso lo que dice Jacob, cuando bendice a su hijo José y a sus nietos Efraín y Manasés: El ángel que me ha librado de todo mal, bendiga a estos pequeños (Gén 48, 16). Pidamos la bendición de Dios a nuestro ángel antes de acostarnos y, cuando vayamos a realizar algo importante, como se la pedimos también a nuestros padres, cuando vamos de viaje o como los niños cuando van a dormir.

4.- EL ÁNGEL DE LA ORACIÓN

Un ángel de Dios se le aparece a la que será madre de Sansón, que era estéril. Le dice que va a concebir un hijo, el cual debe ser nazareo, consagrado a Dios desde el nacimiento. Él no deberá beber vino ni bebida fermentada. No debe comer nada impuro ni dejarse cortar el cabello. En una segunda oportunidad, se le aparece también al padre, llamado Manóaj, quien le pregunta su nombre. El ángel le contesta: ¿Por qué me preguntas mi nombre, si es maravilloso?... Si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Dios... Y Manóaj tomó el cabrito y la oblación y lo ofreció a Dios sobre la roca. Manóaj y su mujer estaban mirando. Cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel subía en la llama (Jueces 13, 16-20).
El ángel comunica a los padres de Sansón la noticia de que tendrán un hijo y que, según los planes de Dios, debe ser consagrado a Dios desde el nacimiento. Y, cuando ofrecen un sacrificio, el ángel sube con la llama hacia Dios, para significar que los ángeles ofrecen nuestros sacrificios y oraciones a Dios.
El arcángel san Rafael es uno de los que presentan nuestras oraciones a Dios. Dice: Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada a la Gloria del Señor. Cuando orabais tú y tu nuera Sara, yo presentaba ante Dios vuestras oraciones (Tob 12, 12-15).

5.- EL ÁNGEL DE LA CURACIÓN

Todos conocemos la hermosa historia del arcángel san Rafael, descrita en el libro de Tobías. Tobías buscó un compañero para que lo acompañara en su largo viaje a Media, pues, en aquellos tiempos, los caminos eran muy peligrosos. Y encontró a Rafael, el ángel; pero no sabía que era un ángel (5, 4). Antes del viaje, el padre bendice a su hijo Tobías: Que Dios os proteja y su ángel os acompañe con su protección (5, 16). Y, cuando la madre se pone a llorar desconsolada, porque se va su hijo y no sabe si regresará con vida, el padre le dice: Un ángel bueno lo acompaña y le dará un viaje feliz y lo traerá sano (5, 21).
Cuando Tobías se baña en el río Tigris, un pez grande saltó como para devorarlo y el ángel le dijo: Agarra el pez, ábrelo, sácale la hiel, el corazón y su hígado, y guárdatelo; tira los intestinos, porque su hiel, su corazón y su hígado, son remedios útiles... La hiel sirve para untar los ojos de un hombre con cataratas para que quede sano (6, 4-8).
Cuando regresaron del largo viaje, después que Tobías se casara con Sara, Rafael le dijo a Tobías: Tengo por seguro que se abrirán los ojos de tu padre. Úntale los ojos con la hiel del pez y el remedio hará que las manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamas de los ojos. Y así tu padre podrá mirar y ver la luz... Y Tobías le aplicó el remedio a su padre y con ambas manos le quitó las escamas de la comisura de los ojos... Y el padre dijo: Ahora te veo, hijo, luz de mis ojos (Tob 11, 7-13).
San Rafael arcángel es considerado como Medicina de Dios, como si fuera un médico especialista en todas las enfermedades. Haríamos bien en invocarlo en todas las enfermedades para que podamos obtener la curación con su intercesión.

6.- EL ÁNGEL DEL FUEGO

Cuando los tres jóvenes hebreos, Misaj, Sidraj y Abed-Nego, fueron echados al horno de fuego en Babilonia por el rey Nabucodonosor, el fuego no los quemó y se paseaban entre el fuego cantando y alabando a Dios, pero se veían cuatro en vez de tres. Por eso, el rey preguntó a sus consejeros: ¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados? Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean libremente por el fuego sin sufrir daño alguno y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses... Y Nabucodonosor exclamó: Bendito sea el Dios de Sidraj, Misaj y Abed-Nego que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que confiando en Él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes de servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios (Dan 3).
El ángel los libró del fuego y se paseaba con ellos, cantando y alabando a Dios. En caso de catástrofes naturales, incendios o desgracias de cualquier tipo, Dios nos puede ayudar y salvar por medio de nuestro ángel. Incluso, nos puede salvar de animales peligrosos como salvó a Daniel del foso de los leones (Dan 14).

7.- EL ÁNGEL PROVEEDOR

En una oportunidad, el profeta Elías estaba en pleno desierto, después de haber huido de Jezabel y estaba hambriento y sediento y quería morirse. Se deseó la muerte, se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel lo tocó y le dijo: Levántate y come. Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar. Volvió segunda vez el ángel de Dios, le tocó y le dijo: Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti. Se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb (1 Re 19).
Así como el ángel le dio de comer y beber a Elías, también Dios nos puede dar de comer y beber por medio de nuestro ángel, cuando estemos en momentos angustiosos. Puede hacerlo con un milagro o por medio de otras personas que compartan su pan y su comida con nosotros. Por eso, Jesús nos dice en el Evangelio: Dadles vosotros de comer (Mt 14, 16). Nosotros también podemos ser como ángeles proveedores para otros que están en necesidad.

8.- EL ÁNGEL PROTECTOR

Dios nos dice en el salmo 91: Aunque a tu lado caigan mil y diez mil a tu derecha, a ti no te alcanzará... No ha de alcanzarte el mal ni la plaga llegará hasta tu tienda. Porque ha dado orden a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos. Te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra. Pisotearás leones y dragones, a ti no te alcanzará.
En medio de las dificultades más extremas, aun en plena guerra, cuando las balas silben a nuestro alrededor o la peste se extienda por la vecindad, Dios puede salvarnos por medio de sus ángeles.
En lo más duro de la pelea, se les aparecieron en el cielo a los adversarios cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos de oro, que poniéndose a la cabeza de los judíos y tomando en medio de ellos al Macabeo, lo protegían con sus armas, le guardaban incólume y lanzaban flechas y rayos contra el enemigo, que, herido de ceguera y espanto, caía (2 Mac 10, 29-30).

9.- EL ÁNGEL PODEROSO

San Miguel es el príncipe de los ángeles y es poderoso defensor ante los ataques del enemigo de las almas, el demonio. Dice el Apocalipsis: Hubo una batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. También el dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua, el seductor del mundo entero, fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él (Ap. 12, 7-9).
Está claro que san Miguel arcángel tiene un poder especial contra el demonio, que siempre nos ataca, queriendo apartarnos del amor de Dios.
Un día de diciembre de 1884 o de enero de 1885, en el Vaticano, en su capilla privada, el Papa León XIII, después de haber celebrado la misa, asistió a una segunda misa. Hacia el final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se tensaron. Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio. Un prelado de los que le rodeaban le preguntó: Santo Padre, ¿se siente fatigado? ¿Necesita algo? No, respondió León XIII, no necesito nada.
El Papa se encerró en su estudio. Media hora más tarde, hizo llamar al secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una hoja y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los obispos de todo el mundo.
¿Cuál era el contenido de esta hoja? Era una oración al arcángel san Miguel, compuesta por el mismo León XIII. Una oración que los sacerdotes recitarían después de cada misa rezada, al pie del altar, después del Salve Regina ya prescrito por Pío IX.
León XIII confió más tarde a uno de sus secretarios, Mons. Rinaldo Angeh, que durante la misa había visto una nube de demonios que se lanzaban contra la Iglesia para atacarla. De ahí su decisión de movilizar a san Miguel Arcángel y a las milicias del cielo para defender a la Iglesia contra Satanás y sus ejércitos.
Invoquemos a san Miguel en esta lucha sin cuartel, que durará toda nuestra vida y recemos la oración: San Miguel arcángel defiéndenos del enemigo y ampáranos de todas las asechanzas del maligno. Que Dios te reprima, espíritu maligno, y tú, príncipe de la milicia celestial, arroja con el divino poder a Satanás a lo más profundo del infierno y también a los otros espíritus inmundos que vagan por el mundo, buscando la perdición de las almas.

10.- EL ÁNGEL DEL NACIMIENTO

Gabriel es el mensajero de Dios por excelencia, pues fue el encargado de comunicarle a María la gran noticia de que iba a ser la madre de Jesús (Lc 1). Algunos autores han considerado a Gabriel como el ángel de los nacimientos, como si tuviera un poder especial para que las mamás den a luz sin dificultad. No estará demás invocarlo a él junto al ángel del niño por nacer y al ángel de la madre y del padre, para que haya un parto feliz.

11.- EL ÁNGEL DE LA ALEGRÍA

Aquella noche de Navidad, un ángel se apareció a los pastores y les comunicó la gran noticia del nacimiento del Salvador. El ángel estaba tan contento que se puso a cantar y a alabar a Dios con una multitud del ejército celestial, diciendo: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2, 13-14). Cuando estemos especialmente alegres, unámonos a los ángeles para cantar y alabar a Dios con ellos y agradecerle por todos los beneficios recibidos. No olvidemos que los ángeles anunciaron a María Magdalena y a las buenas mujeres la gran alegría de la resurrección de Jesús (Mt 28, 1-8; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-10; Jn 20, 1-10). Recordemos lo que dice Jesús: En el cielo hay mucha alegría entre los ángeles de Dios por un sólo pecador que se convierte (Lc 15, 10). Por eso, procuremos mejorar nuestra vida y amar cada día más a Dios y digamos con el salmo: En presencia de los ángeles cantaré para ti, Señor (Sal 138, 1).

12.- LOS ÁNGELES SERVIDORES

Los ángeles nos ayudan y están puestos por Dios para servirnos y ayudarnos en todas nuestras necesidades. Así lo hicieron con Jesús: Permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían (Mc 1, 13). ¿Cuántas veces nuestro ángel nos habrá servido en las más mínimas cosas de la vida o habrá hecho que alguien nos sirviera para hacernos felices? ¿Le pedimos ayuda frecuentemente? Si no lo invocamos, podemos perdernos muchas bendiciones que Dios sólo nos dará a través del ángel, a quien ha puesto a nuestro lado, no para que tome nota de lo que hacemos o dejamos de hacer, sino para ayudarnos en nuestro caminar por la vida.

13.- EL ÁNGEL DEL CONSUELO

Cuando Jesús estaba angustiado y sudando sangre en Getsemaní, se le apareció un ángel del cielo que lo consolaba (Lc 22, 43). Nosotros también necesitamos consuelo en los momentos tristes y difíciles de la vida. Nuestro ángel será entonces nuestro consolador. Y podemos invocar al ángel del consuelo, que consoló a Jesús en Getsemaní. Por otra parte, no nos olvidemos de ser nosotros también como ángeles consoladores para los demás.

14.- EL ÁNGEL LIBERADOR

Metieron a los apóstoles en la cárcel pública. Pero el ángel del Señor les abrió de noche las puertas de la prisión (Hech 5, 19).
También san Pedro estaba en la cárcel y se le presentó el ángel del Señor. La celda se llenó de luz y el ángel despertó a Pedro, a quien dijo: Cíñete y cálzate las sandalias. Así lo hizo. Añadió: Ponte el manto y sígueme. Y salió siguiéndole... Salieron (de la cárcel) y anduvieron hasta el final de una calle. Y, de pronto, el ángel lo dejó (Hech 12, 7-10). El ángel lo libró de las cadenas y también nos puede librar a nosotros de la cadena de la droga, del alcohol, de la pornografía o de cualquier otro vicio. Pidamos ayuda a Dios y a nuestro ángel, sin olvidar a María, que es nuestra Madre.

15.- EL ÁNGEL QUE NOS LLEVA AL CIELO

Dice Jesús en la parábola del rico epulón y del pobre Lázaro (Lc 16, 19-31) que, cuando murió el pobre Lázaro, fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Nuestro ángel custodio nos acompañará después de la muerte, incluso durante el tiempo de purgatorio, y no nos dejará solos hasta el momento en que nos presente totalmente limpios ante Dios y nos haga entrar en el cielo. Agradezcamos a nuestro ángel por todo lo que nos quiere y nos ayuda.

16.- EL ÁNGEL DE LA PREDICACIÓN

El profeta Isaías tiene una experiencia que cambia su vida. Él la relata así: El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor, sentado sobre su trono alto y sublime. Había ante Él serafines… Uno de los serafines voló hacia mí, teniendo en sus manos un carbón encendido y tocando con él mi boca, dijo: Mira, esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada y borrado tu pecado. Y oí la voz del Señor, que me decía: “¿A quién enviaré y quién irá de nuestra parte?” Y yo le dije: “Aquí estoy yo, envíame a mí” (Is 6, 1-8).
Un serafín, de los que estaban adorando ante el trono de Dios, le tocó los labios con fuego divino para que sus palabras fueran puras, purificándolas de todos sus pecados anteriores. Y, entonces, Dios mismo, le pregunta si está dispuesto a ir de su parte a evangelizar. Isaías se pone a su disposición y es bendecido por Dios como profeta y evangelizador.
Nosotros también necesitamos purificar nuestra boca de todas las malas palabras por la confesión y pedir a Dios que el fuego del Espíritu Santo nos purifique para que todas nuestras palabras sean puras y puedan llegar al corazón de nuestros hermanos. Todos estamos llamados a ser misioneros y predicar la palabra de Dios. ¿Estás tú dispuesto a ponerte al servicio de Dios para esta gran misión? Dios quiere purificarte. Tú eres más que el carbón de Isaías y tú puedes ser instrumento de Dios para purificar y santificar la vida de los demás.

MISIÓN DE LOS ÁNGELES

Los ángeles son nuestros amigos inseparables. Nuestros guías y maestros en todos los acontecimientos de la vida diaria. El ángel guardián es para cada uno: compañía, aliento, inspiración y alegría. Es inteligente y no puede engañarnos. Siempre está atento a todas nuestras necesidades y preparado para librarnos de todo peligro. El ángel ha sido uno de los mejores dones que Dios nos ha podido dar para acompañarnos en el camino de la vida.
¡Qué importantes somos para él! Él tiene la misión de llevarnos al cielo y, por eso, cuando nos alejamos de Dios, se siente triste. Nuestro ángel es bueno y nos ama. Respondamos a su amor y pidámosle de todo corazón que nos enseñe a amar cada día más a Jesús y a María. ¿Qué mayor alegría podemos darle que amar más y más a Jesús y a María? Amemos con el ángel a María, y con María y todos los ángeles y santos, amemos a Jesús, que nos espera en la Eucaristía.

FLORES PARA LOS ÁNGELES

¿Alguna vez has pensado ofrecerles flores a los ángeles? No solamente puedes ofrecerles misas en su honor y comuniones u oraciones. También puedes ofrecerles besos en sus estampas o el comer algo que no te gusta o comer menos de lo que te gusta. O hacer una obra de caridad por su amor. Y ellos le darán las flores a Jesús por María. No olvides que ellos son intermediarios. Su misión es llevarnos a Jesús por María. Te recomiendo que, al levantarte por la mañana, te acuerdes de tu ángel, que ha estado toda la noche cuidándote y rezando por ti. Dile Buenos días con una sonrisa. Al acostarte, dale gracias por el día transcurrido y pídele que vele tu sueño. Y, sobre todo, evita miradas inconvenientes por la calle, distracciones en la iglesia, escenas impuras de la televisión, conversaciones atrevidas o el hablar mal de los demás. Haz por amor a tu ángel muchos pequeños sacrificios. Él estará contento de esos detalles y se sentirá orgulloso de ti. Además, ten por seguro que no se dejará ganar en generosidad y te dará muchas bendiciones en alegrías, regalos espirituales y bendiciones; más de lo que puedes pensar o imaginar.
Recuerda siempre que no sólo existe tu ángel custodio, que hay millones de ángeles por todas partes y que ellos también son tus hermanos mayores, que ellos también te aman y te quieren ayudar. A ellos también manifiéstales tu amor, aunque sólo sea con un saludo o invocándolos de vez en cuando. Puedes mandar un beso para todos los ángeles del universo.
¡Es hermoso alegrar a los ángeles! ¿Te imaginas como será la sonrisa de los ángeles? ¿Alguna vez has oído cantar a los ángeles? Yo conozco una religiosa que, una vez, los oyó cantar. Se quedó casi en éxtasis de lo maravilloso que era. Por eso, piensa que algún día estarás sonriendo con ellos y cantando con ellos en el cielo.

ÁNGELES PUROS

Los ángeles son puros y bellos y quieren que nosotros también lo seamos para gloria de Dios. Especialmente, deben ser puros todos los que se acercan al altar, pues la pureza del altar debe ser total. El vino debe ser puro de uva, las velas de cera virgen, los corporales y manteles deben estar blancos y limpios, y la hostia debe ser blanca y pura para recibir al rey de las vírgenes y de la pureza infinita, Cristo Jesús. Pero, sobre todo, debe ser pura el alma del sacerdote y de los fieles que asisten al sacrificio del altar. ¡No hay nada más bello que un alma pura! Un alma pura es la alegría de la Santísima Trinidad, que hace su morada en ella. ¡Cuánto ama Dios un alma pura! Por lo cual, en este mundo tan lleno de impureza, debe brillar en nosotros la pureza. Seamos exigentes en este punto con nosotros mismos para que un día podamos asemejarnos a los ángeles.
Para conseguir esta pureza de alma, puede ser muy útil el hacer un pacto con los ángeles. Un pacto de ayuda mutua para toda la vida. Un pacto de amigos y de amor mutuo. Santa Teresita del Niño Jesús parece que hizo este pacto con su ángel tal como era costumbre hacerlo en la Asociación de los ángeles a la cual perteneció. Dice que: casi inmediatamente después de mi entrada en la abadía, había sido recibida en la Asociación de los santos ángeles. Las prácticas de devoción que la Asociación me imponía eran muy de mi gusto, pues sentía particular inclinación a invocar a los bienaventurados espíritus del cielo, especialmente, al que Dios me ha dado por compañero de mi destierro (MA fol 40).
Así pues, si ella lo hizo y le sirvió en su camino de santidad, también a nosotros nos puede servir. Recordemos el viejo adagio: Dime con quien andas y te diré quién eres. Si caminamos siempre de la mano con los ángeles, especialmente, con nuestro ángel custodio, algo nos contagiará de su modo de ser. Seamos puros y limpios en pensamientos, sentimientos, deseos, palabras y obras. Seamos puros de mente para nunca mentir. Tengamos ojos puros para no querer ver nunca algo que manche nuestra alma. Tengamos una vida limpia, siendo siempre honrados, sinceros, responsables, auténticos y transparentes, en el mejor sentido de la palabra.
Pidamos a nuestro ángel la gracia de ser puros para que la luz de Dios brille con más fuerza en nuestros ojos, en nuestros corazones y en nuestra vida entera. ¡Que brille nuestra vida con la pureza de los ángeles! Y los ángeles se sentirán contentos de ser nuestros amigos.

ÁNGELES DE PAZ

Todos los ángeles desean la paz y quieren construir la paz a su alrededor. Pero en este mundo, en que hay tanta violencia, es importante que los invoquemos para pedirles paz para nosotros, para nuestra familia y para el mundo entero. Quizás hemos ofendido a alguien sin darnos cuenta y no nos quiere perdonar o nos guarda rencor o no quiere hablarnos. En éstos y en otros muchos casos, es muy eficaz pedir al ángel del otro que prepare su corazón para que haya comprensión y reconciliación. Es evidente que, por más malvada que sea la persona que nos ha ofendido, su ángel es bueno. Por eso, el invocar a su ángel puede ayudar a arreglar las cosas. Esto puede suceder también, cuando debamos tratar un asunto importante con otras personas y debamos llegar a un acuerdo decisivo. Es muy eficaz en estos casos el pedir a los ángeles que preparen las mentes y los corazones de todos para llegar a un buen acuerdo sin engaños ni mentiras.
A veces, puede ocurrir que nos ofendan sin razón, que nos traten injustamente o que nos castiguen sin motivo. En todos estos casos, es bueno pedir la ayuda de nuestro ángel, para que nos ayude a perdonar más fácilmente, aunque nos resulte muy difícil.
Pensemos en tantas familias divididas. Tantos esposos que no se hablan o que no se aman o que se engañan mutuamente. Tantas familias en las que se vive en una violencia continua y donde los niños sufren lo indecible. ¡Cuánto bien puede hacer la invocación a los ángeles! Pero, muchas veces, falta fe y ellos no pueden actuar, están como atados y miran con tristeza tanta desunión y agresión familiar.
¡Qué triste es, cuando se acude a los adivinos, brujos o curanderos para que arreglen las cosas! Ellos las van a empeorar y además van a cobrar dinero. Pidamos a nuestros ángeles que pongan paz en las familias. Y seamos nosotros mismos para los demás, ángeles de paz.

ÁNGELES PODEROSOS

Los ángeles son fuertes y poderosos. Ellos tienen como una tarea importante el defendernos de los peligros y, sobre todo, de los peligros y tentaciones del alma. Por eso, cuando sintamos que somos débiles ante cualquier asechanza del maligno, acudamos a ellos. Cuando estemos en peligros de la naturaleza o de hombres o de animales, acudamos a ellos. Cuando estemos de viaje, invoquemos la ayuda de los ángeles de quienes viajan con nosotros. Cuando debamos someternos a una operación quirúrgica, invoquemos al ángel del médico, enfermeras o personal que nos atiende. Cuando vayamos a la iglesia, igualmente, unámonos al ángel del sacerdote y de los demás fieles. Si damos una charla, pidamos ayuda a los ángeles de los oyentes. Si tenemos amigos lejanos, que pueden necesitar ayuda por estar enfermos o porque pueden estar en peligro, enviémosles nuestro ángel para que los cuide y proteja, o simplemente para que los salude y bendiga en nuestro nombre.
Los ángeles ven los peligros, aun cuando nosotros estemos ignorantes de ellos. No invocarlos será como dejarlos atados e impedir su ayuda, al menos en parte. ¡Cuántas bendiciones se pierden muchas personas, porque no creen en los ángeles y no los invocan! Los ángeles no tienen nada que temer. Los demonios huyen ante ellos. Por supuesto que nunca debemos olvidar que los ángeles cumplen órdenes de Dios. Por eso, si en alguna ocasión, nos ocurre algo desagradable, no pensemos: ¿Dónde estaba mi ángel? ¿Estaba de vacaciones? Dios puede permitir muchas cosas desagradables por nuestro bien y debemos aceptar por adelantado la voluntad de Dios, aunque no entendamos el porqué nos suceden ciertas cosas. Al final, debemos pensar que Dios todo lo permite por nuestro bien (Rom 8. 28). Pero dice Jesús: pedid y recibiréis y muchas bendiciones recibiremos, si las pedimos con fe.
Santa Faustina Kowalska, la mensajera del Señor de la misericordia, relata cómo Dios la protegió en una ocasión. Dice así: Me di cuenta de lo peligroso que era estar en la portería a causa de los tumultos revolucionarios y de tanto odio que la gente malvada tenía hacia los conventos. Fui a hablar con el Señor y le pedí que dispusiera las cosas de manera que ningún malintencionado pudiera acercarse a la puerta. De repente, he oído estas palabras: “Hija mía, desde el momento en que has ido a la portería, he puesto un querubín en la puerta para que la vigile, quédate tranquila”. Cuando volví del coloquio mantenido con el Señor, he visto una nubecita blanca y en ella un querubín con los brazos cruzados. Su mirada era relampagueante, y he comprendido que el fuego del Amor de Dios ardía en aquella mirada (IV cuaderno, día 10-9-1937).

MILLONES DE ÁNGELES

Hay una canción que dice: Quiero tener un millón de amigos. Pues nosotros podemos tener millones de amigos ángeles. ¿Te imaginas los millones de ángeles que hay en la iglesia, adorando a Jesús Eucaristía? ¿Y los innumerables que hay a tu alrededor, de todas las personas que ves a lo largo del día y de todos las personas que ves en televisión y de todos los que viven en tu ciudad o en tu país? ¿Por qué no comienzas por saludar a los ángeles de los que encuentras a tu paso por la calle? ¿Por qué no les sonríes? Verás cómo mejoras y serás una persona más amable y agradable.
Dirás que es muy fácil olvidarse de los ángeles, teniendo tantos problemas y preocupaciones en qué pensar. Cierto, pero, teniéndolos presentes y pidiéndoles ayuda, se pueden solucionar mejor tus problemas. No olvides que los ángeles son miríadas de miríadas y millares de millares (Ap 5, 11). Y sentirte apoyado por ellos, te dará mucha seguridad personal.
Por lo demás, piensa que los ángeles no se dejarán ganar en generosidad y serán generosos en compartir contigo muchas bendiciones de Dios. Puedes pedirles favores como: Lleva un ramo de bellas flores celestiales a mi mamá en este momento. Dale un beso con todo cariño a tal persona. Ayuda al médico para que acierte en el diagnóstico de mi hermano. Asiste a tal persona enferma en el momento de su operación. Visita a mi amigo y dile que lo quiero mucho. Y así muchísimas otras cosas que los ángeles cumplirán con toda eficacia.
Los ángeles nos aman, nos sonríen y nos cuidan. Seamos agradecidos con ellos. Y, cuando tengamos que hacer un favor a una persona, no pensemos, si se lo merece o no, pensemos en su ángel que es bueno y hagámoslo por él. Sepamos ayudar a otros sin guardar resentimientos ni rencores, y digamos frecuentemente la oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, no me dejes solo que me perdería.

LOS ÁNGELES Y LA MISA

Es maravilloso celebrar la misa rodeado de millones de ángeles. Yo tengo experiencia de ello, pues todos los días, al celebrar, invito a todos los millones de ángeles del universo a que vengan a acompañarme. Esto lo deberían hacer todos los sacerdotes y también los fieles, sabiendo que, rodeando el altar, hay millones de ángeles, aunque no los veamos. Además, en cada sagrario, hay también millones de ángeles, adorando a Jesús.
San Juan Crisóstomo (†407) tiene frases muy hermosas sobre la presencia de los ángeles en el momento de la celebración de la misa. Dice: Los ángeles están alrededor de esta mesa (altar) formidable. Cuando ves cómo se alzan los velos, piensa que en ese momento (el momento de la consagración) en lo alto se abre el cielo y de él bajan los ángeles. En la misa estás junto con los ángeles: con ellos cantas, con ellos entonas himnos. En el momento de la misa, los ángeles rodean al sacerdote, y todo el altar y todo el lugar del sacrificio se llena de potestades celestes para honrar a Dios, que allí está. Y, para creer esto, basta considerar las cosas que allí se cumplen entonces. Yo oí referir a uno que lo había oído de un anciano venerable, que tenía la gracia de recibir frecuentes revelaciones, cómo una vez se le concedió tener una revelación sobre esto. Vio, en un instante, al tiempo del sacrificio, una muchedumbre de ángeles, vestidos de ropas resplandecientes, que rodeaban el altar e inclinaban sus cabezas como si fueran soldados que están en presencia del Emperador. Y no tengo dificultad en creerlo. Y otro me contó también, ya no como sabida de tercero, sino que fue digno de ver y oír él mismo, cómo a los que están por salir de este mundo, si con pura conciencia han participado de los divinos misterios, los ángeles les hacen guardia y, una vez que han expirado, por reverencia de Aquel que en el Sacramento recibieron, los trasladan de aquí a los cielos.
En el famoso cherubikón de las liturgias bizantinas, se decía: Soberano, Señor Dios nuestro, tú que has establecido en el cielo las órdenes y los ejércitos de los ángeles y de los arcángeles para la liturgia de tu gloria haz que, junto con nosotros, entren los santos ángeles para celebrar con nosotros la liturgia y glorificar con nosotros tu bondad.
San Gregorio Magno afirma: ¿Quién de los creyentes puede dudar de que en el momento de la consagración de la misa, a la voz del sacerdote, los cielos se abren y los coros angélicos están presentes en el misterio de Jesucristo? En el altar, lo más bajo se une a lo más sublime, la tierra con el cielo, lo visible con lo invisible (Diálogos IV, 58; PL 77, 425 D).
Precisamente por ello, toda pureza es poca para estar en presencia de Jesús y de los ángeles. Los fieles, que asisten a la misa, deben ir bien vestidos, bien peinados y, sobre todo, con un alma limpia para recibir a Jesús en presencia de los ángeles.
También es muy bueno invitar a los ángeles de nuestros familiares y seres queridos a que asistan con nosotros a la misa. Es el momento de mayor intimidad con Jesús y debemos estar unidos también a los seres más queridos. Personalmente, les pido a muchas personas conocidas que me manden sus ángeles a la hora de la misa para que, a través de ellos, reciban muchas bendiciones de Dios. Esto mismo hacía también santa Teresita. En una carta a su hermano espiritual, el Padre Roulland, le dice el 1 de noviembre de 1896: El 25 de diciembre no dejaré de enviaros mi ángel para que deposite mis intenciones cerca de la hostia que vos consagraréis. Pueden enviarme a sus ángeles todos los días a la hora de la misa. Así estaremos más unidos en Dios por medio de nuestros ángeles.

COMULGAR CON LOS ÁNGELES

Cuando vamos a recibir a Jesús en la comunión, debemos hacerlo con la máxima preparación y pureza posible. Por eso, sería bueno hacer lo que hacía santa Teresita del Niño Jesús. Me imagino a mi alma como un terreno libre y pido a la Santísima Virgen que quite de él los escombros que pudieran impedirle ser libre. Luego le suplico que levante ella misma una amplia tienda digna del cielo, que la adorne con sus propios aderezos. Después invito a todos los santos y ángeles a que vengan a dar un magnífico concierto. Creo que, cuando Jesús baja a mi corazón, está contento al verse tan bien recibido y yo también estoy contenta.
Es, pues, importante invocar a María y a los santos, pero no olvidarnos de nuestro ángel y de los ángeles de todos los que nos rodean para que nos ayuden en esos momentos tan sublimes al unirnos con Jesús en la comunión. Santa Ángela de la cruz decía: Me esforcé cuanto pude por hacer la comunión con fervor. Le pedí a la Santísima Virgen que me cubriese con su manto para comulgar. Renové los votos. Le pedí al santo patriarca (san José) que me llevara de la mano a comulgar, y a mi padre san Francisco de la izquierda; al santo ángel de mi guarda, que viniera a mi lado y a los demás santos protectores que me acompañasen. Y con esta comitiva fui a comulgar.
S. Juan Crisóstomo decía: Los que comulgan de esta sangre de Cristo están con los ángeles y con los arcángeles y con las potencias del cielo, envueltos en el mismo manto real de Cristo.
Por eso, comulguemos con la máxima devoción posible en unión con María y todos los santos y ángeles.

CANTAR CON LOS ÁNGELES

¿Cómo será oír a millones de ángeles cantar al Señor? ¿Cómo cantarían los ángeles aquella noche de Navidad? Nos dice el profeta Isaías: Vi al Señor sentado en su trono. Había ante Él serafines, cada uno con seis alas… Y los unos y los otros se gritaban y se respondían: Santo, Santo, Santo, el Señor Dios de los ejércitos. La tierra está llena de tu gloria (Is 6, 1-3). El libro del Apocalipsis dice más o menos lo mismo: Delante del trono… y alrededor de él, había cuatro vivientes (serafines)…, cada uno con seis alas y no se daban reposo día y noche diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que viene (Ap 4, 6-8).
Nosotros debemos asociarnos a ellos tal como decimos al terminar el prefacio de la misa, inmediatamente antes del Santo: Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales cantamos el himno de tu gloria. En las liturgias de Oriente son más explícitos al decir: Con un millar de millares y diez mil veces diez mil ejércitos de ángeles y arcángeles, cantamos el himno de tu Gloria.
Santa Faustina Kowalska dice: Un día, estando en adoración ante el Santísimo Sacramento, vi un ángel de gran belleza. Le pregunté: ¿quién eres? Y él me contestó: Soy uno de los siete espíritus que están día y noche ante el trono de Dios y lo adoran sin cesar. Al día siguiente, durante la misa, antes de la elevación, aquel espíritu comenzó a cantar estas palabras: Santo, Santo, Santo. Su voz era equivalente a millares de voces, imposible describirla.
Santa Brígida nos relata su experiencia: Una vez, mientras estaba en misa antes de la consagración, un sinnúmero de querubines cantaba y hacía vibrar el aire con sonidos y cantos inefables. Después que el sacerdote pronunció las palabras de la consagración, vi la hostia que se cambiaba en un blanco y místico Cordero… A su fulgurante aparición le hacían escolta la Virgen y las alegres guirnaldas de los serafines, los amores del cielo.
El mismo san Juan Crisóstomo afirmaba: Los ángeles están en torno al sacerdote en la misa y todo el ejército celestial canta.
La beata Rosa Gattorno cuenta: Hoy escuché música de ángeles… Y vi la iglesia toda iluminada, resplandeciente de luz y una infinidad de ángeles que adoraban a su Dios… Me acerqué al sagrario y allí había multitud de ángeles. Por eso, cada vez que asistimos a la misa, debemos cantar con los ángeles, especialmente en el momento del Gloria, cantando como los ángeles del día de Navidad: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2, 14); y cantando con los serafines y con todos los ángeles y arcángeles el himno de su gloria: el Santo.

LOS SANTOS Y LOS ÁNGELES

San Basilio, en el siglo IV, escribe: Hay ángeles que custodian naciones enteras. Así lo enseñan Moisés y los profetas.
San Cirilo de Alejandría, también del siglo IV, nos dice en una oración eucarística: Ten piedad, Señor, de los fieles aquí presentes y por la virtud de tu santa cruz y por la custodia de los ángeles, líbralos de todo peligro y de toda necesidad: incendios, inundaciones, fríos, bandidos, serpientes, fieras salvajes, ataques, asechanzas del demonio y enfermedades.
San Roberto Belarmino afirma: Los ángeles custodios protegen a los hombres de peligros físicos y morales. Nada de lo que afecta a los hombres deja de interesarles. Todo lo que, de un modo u otro, afecta a nuestro destino eterno, les afecta: desencadenamiento de las fuerzas de la naturaleza, ataques de animales, pasiones, intrigas, conspiraciones, guerras, todo puede ser objeto de una intervención decisiva del ángel, desde el momento en que el destino eterno de los amigos de Dios está en juego.
En las florecillas de san Francisco se lee que un día se presentó un ángel en la portería del convento para hablar con fray Elías.
Pero la soberbia había hecho al hermano Elías indigno de hablar con el ángel. En esto volvió del bosque san Francisco y reprendió fuertemente en alta voz al hermano Elías, diciéndole:
Haces mal, hermano Elías orgulloso, echando de nosotros a los santos ángeles que vienen a enseñarnos. A fe que temo mucho que esa soberbia te haga acabar fuera de esta Orden. Y así sucedió, como san Francisco se lo había predicho, ya que murió fuera de la Orden.
Aquel mismo día y en la hora en que el ángel se marchó, este mismo ángel se apareció en aquella forma al hermano Bernardo que volvía de Santiago y estaba a la orilla de un gran río y le saludó en su lengua: ¡Dios te dé paz, buen hermano! No salía de su extrañeza el hermano Bernardo al ver la apostura del joven y escuchar el habla de su patria, con el saludo de paz y el semblante festivo. ¿De dónde vienes buen joven?, le preguntó. Vengo de tal lugar, donde se halla san Francisco. He ido para hablar con él; pero no he podido, porque estaba en el bosque absorto en la contemplación de las cosas divinas. Y no he querido molestarle. En el mismo lugar, están los hermanos Maseo, Gil y Elías. Luego el ángel dijo al hermano Bernardo: ¿Por qué no pasas a la otra parte? Tengo miedo, porque veo que hay mucha profundidad Pasemos los dos juntos, no tengas miedo, dijo el ángel. Y tomándolo de la mano, en un abrir y cerrar de ojos, lo puso al otro lado del río. Entonces, el hermano Bernardo cayó en la cuenta de que era un ángel de Dios y exclamó con gran reverencia y gozo: ¡Oh ángel bendito de Dios, dime cuál es tu nombre! ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es maravilloso? Dicho esto desapareció, dejando al hermano Bernardo consolado hasta el punto que hizo todo aquel viaje lleno de alegría.
En la vida de San Felipe Benicio (1233-1285), Prior general de la Orden de los servitas de María, se cuenta que el día 2 de junio de 1259, cuando estaba celebrando su primera misa, todos los presentes, al momento de la elevación, oyeron un canto tan hermoso y sublime que quedaron como fuera de sí de emoción, pues parecía que un coro invisible de ángeles entonaba el Santo, Santo, Santo… De esta manera, el cielo ratificaba la decisión que habían tomado los superiores de ordenarlo sacerdote, a pesar de las reticencias de algunos por parecer demasiado insignificante, humanamente hablando, para ser sacerdote.
Santa Ángela de Foligno (1248-1300) tenía mucho amor a su ángel de la guarda. Ella escribió: El día de la fiesta de los santos ángeles yo estaba enferma y quería comulgar y no había quien me pudiera traer la comunión a mi casa. De pronto, yo entendí la alabanza que los ángeles dan a Dios y la asistencia que prestan a los hombres. Y se me presentó una multitud de ángeles, que me condujeron en espíritu al altar de una iglesia y me dijeron: “Éste es el altar de los ángeles”. Sobre el altar pude apreciar la alabanza que ellos daban a Jesús sacramentado. Y me dijeron: “Prepárate a recibirlo. Tú eres su esposa. Jesús quiere ahora contraer contigo una unión nueva y más profunda”. No puedo expresar la alegría que sentí en ese momento.
Santa Francisca Romana (1384-1440) veía continuamente a su ángel. Lo veía a su derecha. Si alguien hacía algo malo en su presencia, Francisca lo veía taparse la cara con las manos. Despedía una luz tan grande que no lo podía mirar fijamente. A veces, disminuía su resplandor para que pudiera verlo y Francisca lo miraba con ternura e, incluso, se atrevía a posar su mano sobre la cabeza de su celestial compañero.
San Francisco de Regis (1597-1640) tenía mucha devoción a los ángeles y, especialmente, a su ángel custodio, al que le encomendaba todas sus buenas obras para que las presentara ante Dios. No pasaba nunca junto a una iglesia sin invocar al ángel guardián de la iglesia o de la parroquia y a los ángeles de sus habitantes. Igualmente, cuando pasaba junto a un cementerio, se encomendaba a los ángeles de todos los difuntos enterrados allí y oraba por ellos, enviándoles su bendición sacerdotal.
Un día, pasaba por una calle, cuando una mano invisible lo detuvo y no podía caminar. En ese momento, desde la ventana de una casa vecina le pidieron a gritos que subiera, pues había una persona moribunda. Él subió a la casa y escuchó en confesión al moribundo y le dio los últimos sacramentos. Él nunca dudó que había sido su ángel quien le había detenido para que pudiera atender a aquel enfermo a bien morir.
Sobre santa Rosa de Lima (1586-1617), se dice que enviaba a veces a su ángel a hacerle recados y él los cumplía fielmente. Un día, su madre estaba enferma y santa Rosa fue a verla. Su madre, al verla un poco “descaecida” mandó a una empleada negra a que fuera a comprar un real de panecillos de chocolate y medio real de azúcar para darle a su hija. Pero Rosa le dijo: “No, madre mía, no los dé que serán malgastados, que doña María de Uzátegui me lo enviará”. De allí a poco llamaron a la puerta de la calle, siendo ya muy tarde y fueron a abrir y entró un negro de la dicha doña María de Uzátegui con una jícara de chocolate y la dio de parte de la dicha señora... De cuyo suceso quedó admirada esta testigo y preguntó con cuidado a la dicha su hija (Rosa): “¿Cómo sabía que le habían de enviar aquel chocolate? Y le respondió: Mire, madre mía, cuando hay una necesidad tan precisa como ésta que yo tenía ahora, que bien la conoció vuestra merced, basta decírselo al ángel de la guarda, y así lo hice yo a mi ángel, como lo he hecho en otras ocasiones”.
De lo cual esta testigo quedó admirada y espantada de ver aquel suceso. Y esto responde y declara delante de dicho juez, y debajo del dicho juramento por ser así verdad, y ambos lo firmaron, el bachiller Luis Fajardo, María de Oliva, ante mí, Jaime Blanco, notario público.
La venerable sor María de Jesús de Ágreda (1602-1665) escribe en su famoso libro Mística ciudad de Dios:
En una ocasión: Aparecióseme por mandato de Dios mucha multitud de ángeles de todos los coros y jerarquías, hermosísimos y con distinción de cada jerarquía, y me dijeron: El Altísimo manda y dispone que seas nuestra compañera, que tu trato y conversación sea con nosotros y te has de asimilar a nuestra naturaleza, imitándonos en lo que hacemos. A todos los coros y jerarquías has de imitar, mirando nuestros oficios, a unos en el amor fervoroso; a otros en la ciencia que recibimos... En la reverencia, amor, adoración y culto que tenemos a Dios nos has de imitar; y en el trabajar por las almas has de imitar a los ángeles de la jerarquía inferior, que las guardan. Pasado esto, sentí que me presentaban ante el trono de la Santísima Trinidad... Y el eterno Padre mandó a los ángeles que me admitiesen por compañera y a mí que lo fuese y que obrase como ellos.
También vi multitud de ángeles de la primera jerarquía, que me decían: Compañera y amiga nuestra, ven con nosotros. ¿A dónde van? A pedir por las almas que tenemos a nuestro cargo, de las que somos custodios. Somos vigilantes y ayudadores fidelísimos. Las asistimos en todos sus trabajos, las quitamos de los peligros. Repetidas veces, las apartamos de los demonios, les administramos santos pensamientos. Si vemos que se ponen en peligro de pecar, las amonestamos para que se aparten. Muchas veces, duermen y nos desprecian, no invocándonos y nosotros les estamos haciendo beneficios.
Santa Margarita María de Alacoque dice: Una vez, estando en la labor común de escardar lana, me retiré a un pequeño patio próximo al sagrario del Santísimo Sacramento, donde trabajando arrodillada, me sentí al instante recogida por completo interior y exteriormente y se me representó, al mismo tiempo, el adorable Corazón de mi adorable Jesús más brillante que el sol. Estaba en medio de las llamas de su puro amor, rodeado de serafines que cantaban con admirable concierto: El amor triunfa, goza el amor, placer derrama, su Corazón.
Estos bienaventurados espíritus me invitaron a unirme a ellos en las alabanzas al divino Corazón, diciéndome que habían venido a asociarse a mí con el objeto de tributarle un homenaje continuo de amor, de adoración y de alabanza y a este fin harían mis veces delante del Santísimo Sacramento para que yo pudiese, por su medio, amarle sin interrupción y ellos, a su vez, participar de mi amor, sufriendo en mi persona como yo gozaría en la suya. Escribieron, al mismo tiempo, esta asociación en el Corazón Sagrado con letras de oro y con los caracteres indelebles del amor.
El beato Bernardo Hoyos (1711-1735) escribe: La víspera del Corpus, al comulgar, me pareció estar rodeado de espíritus angélicos, que hacían compañía a su rey sacramentado. Sentí, en particular, la amable presencia de mi ángel y de san Juan Evangelista, que continuamente me asisten. Y luego recibí una luz especial para comprender la excelencia del Santísimo Sacramento del amor.
San Antonio María de Claret (1807-1870) escribe en su Autobiografía: El infierno me hacía una gran persecución, pero era muchísimo mayor la protección que recibía del cielo. Yo conocía visiblemente la protección de la Santísima Virgen y de los ángeles y santos. La Santísima Virgen y sus ángeles me guiaron por caminos desconocidos, me libraron de ladrones y asesinos y me llevaban a puerto seguro sin saber cómo.
La beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824) en sus visiones y revelaciones dice: El ángel me exhortaba a ofrecer todas mis privaciones y mortificaciones por las almas benditas del purgatorio, las cuales no pueden valerse por sí mismas y son cruelmente olvidadas y abandonadas por los hombres. Yo enviaba muchas veces a mi ángel custodio al ángel de aquellos a quienes veía padecer para que él los moviese a ofrecer sus dolores por las benditas almas. Lo que hacemos por ellas, al punto se convierte en consuelo y alivio para ellas. ¡Son tan dichosas y se quedan tan agradecidas!.
Una vez, debiendo cruzar un puente muy estrecho, miraba con gran temor lo profundo de las aguas que corrían debajo; pero mi ángel custodio me guió felizmente a través del puente. En la orilla había una trampa para ratones y en torno a ella saltaba un ratoncillo; de pronto, se sintió tentado de morder el bocado que veía y quedó preso en la trampa. “Oh desventurado, dije yo, que por un bocado sacrificas la libertad y la vida”. Y mi ángel me dijo: “así obran los hombres, cuando por un corto placer ponen en peligro el alma y la salud eterna”.
En la vida de la beata Mariam (1846-1878), la pequeña árabe, carmelita descalza, se cuenta que un día, por las calles de Jerusalén, se le acercó un joven muy hermoso. Ella tenía unos quince años. El joven le habla con fervor de la castidad perfecta por amor a Dios. Algunos días después, lo vuelve a encontrar y le dice que se llama Juan Jorge y la invita a ir al santo Sepulcro. Ella le dice que quiere hacer allí el voto de virginidad perpetua, si él también lo hace. Y los dos hacen el voto de castidad perfecta para siempre. Antes de despedirse, Juan Jorge le habla a Mariam de las grandes etapas de su vida futura.
Dos años más tarde, se encontrarán en Mangalore, en la India, un poco antes de su profesión perpetua como religiosa carmelita descalza. Entonces, ella comprende que Juan Jorge es un ángel de Dios, como lo fue Rafael para Tobías.
En la vida de san Juan Bosco se cuenta que el 31 de agosto de 1844, la mujer del embajador de Portugal debía ir de Turín a Chieti; pero, antes de emprender el viaje, fue a confesarse con san Juan Bosco, que le dijo que rezara tres veces la oración del ángel de la guarda antes del viaje para que su ángel la asistiera en los peligros. En determinado punto del camino, los caballos comenzaron obstinadamente a desobedecer al cochero y, al final, la diligencia y los viajeros se vieron envueltos en una caída tremenda. En tanto que las señoras gritaban, una puertecilla de la carroza se abrió, las ruedas chocaron contra un montón de cascajo, el coche se empina y arroja a cuantos iban dentro y la portezuela abierta se hace pedazos. El cochero saltó del pescante, las viajeras se ven en peligro de ser aplastadas, la señora resbala por tierra de manos y cabeza, y los caballos siguen corriendo desbocados. En este punto, la señora recurrió una vez más a su ángel... En resumen, las viajeras sólo tuvieron que reajustarse los vestidos y el cochero amansar a los caballos. Todos siguieron a pie, comentando vivamente lo sucedido.
Santa Teresita del Niño Jesús decía a su hermana Celina en carta del 26 de abril de 1894: Jesús ha colocado cerca de ti a un ángel del cielo, que te guarda siempre. Él te lleva en sus brazos por miedo a que tu pie tropiece contra las piedras. Tú no lo ves y, sin embargo, es él quien desde hace veinticinco años ha preservado tu alma y ha conservado tu blancura virginal; es él quien aleja de ti las ocasiones de pecado... Fue él quien se te mostró en un sueño misterioso que tuviste en la infancia: Veías a un ángel llevando una antorcha, caminando delante de nuestro querido padre. Sin duda, quería hacerte conocer la misión que habrías de cumplir más tarde... Celina, no temas las tormentas de la tierra... Tú ángel de la guarda te cubre con sus alas y en tu corazón reposa Jesús, pureza de las vírgenes. Jesús duerme y el ángel permanece en su misterioso silencio. Sin embargo, están ahí con María, que te esconde también bajo su manto.
María Lataste (1822-1847) fue una gran mística francesa. Ella escribe: Existe la más íntima unión entre los hombres y ángeles, y debe ser una unión para siempre. Dios ha creado al hombre y lo ha confiado a la custodia de los ángeles. Los ángeles permanecen a su lado. Todos los hombres tienen un ángel custodio por voluntad del Padre del cielo... Los ángeles alejan de nosotros los males del cuerpo y del alma, luchan contra nuestros enemigos y nos incitan a obrar el bien, llevan nuestras oraciones a Dios y escriben nuestras buenas acciones en el libro de la vida. Rezan por nosotros y nos acompañan hasta nuestra muerte y después de ella hasta que lleguemos al cielo. Nuestro ángel nos seguirá siempre por todas partes, cada día de nuestra vida, y nos presentará ante Dios al final de nuestra existencia.
La beata Aniela Salawa era una humilde empleada de hogar de una familia polaca. Durante los últimos meses, antes de su muerte, ocurrida el 2 de marzo de 1922, recibió muchas consolaciones de su ángel guardián. Ella era muy devota de Jesús Eucaristía y todo el tiempo libre de que disponía, lo aprovechaba para ir a visitar a Jesús a la iglesia más cercana. En la tarde del 15 de junio de 1921, se fue a la iglesia de san Nicolás, cuando el sacristán estaba para cerrar la iglesia. Él le dijo que se apresurara, pues tenía que cerrar. Ella fue a un lugar discreto, a la capilla de santa Ana. Cuando el sacristán llegó para decirle que ya era hora de salir, no la vio por ningún sitio; revisó bien toda la iglesia y no la encontró. Pensando que había salido, cerró la puerta y se fue a su casa.
A la mañana siguiente, dice él, miro bien a ver si hay alguien dentro de la iglesia antes de abrir y no veo a nadie. Y, cuando voy a abrir la sacristía, encuentro a Aniela, arrodillada delante del Santísimo Sacramento cerca de la imagen de san José. Ella estaba radiante y parecía en éxtasis. Yo me pregunté por dónde había entrado.
Aniela escribió en su Diario, escrito por obediencia a su director espiritual, lo que pasó aquella noche. Simplemente que le había pedido a su ángel guardián que la hiciera invisible para poder quedarse toda la noche a adorar a Jesús sacramentado. Y el ángel la había hecho invisible a los ojos del sacristán. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en 1991.
La sierva de Dios María de la Pasión Tarallo (1866-1912) tenía mucha familiaridad con su ángel. Él rezaba con ella y la ayudaba, sobre todo, cuando a causa de sus muchas enfermedades y sus estigmas, no podía desplazarse y debía participar en la recitación del Oficio divino. Una religiosa de su Comunidad escribió: Una noche, la sierva de Dios iba al coro para la recitación de los maitines. El corredor y las escaleras estaban muy oscuros. Pero yo vi una luz extraordinaria que la precedía hasta que llegó al coro. Yo le dije: Hermana, ¿tú caminas así, sin luz, por la noche? ¡Te puedes caer! Ella me respondió con simplicidad: no tengas miedo, nosotros tenemos a nuestro lado un ángel guardián, que nos cuida. Yo le dije: ¿Qué era esa luz que te precedía por el claustro? Ella se limitó a sonreírme. Yo me convencí de que era su ángel guardián, que le acompañaba y le ayudaba en todo momento.
La venerable Sor Ángeles Sorazu (1873-1921) dice: Desde mi infancia profesé devoción cordialísima a mi ángel custodio, a quien invocaba muchas veces todos los días y con mucha devoción… Concebí la idea de emparentarme con los ángeles, llamándome en la religión Sor María de los ángeles, como lo hice el día que me impusieron el santo hábito. Los amaba mucho y me entusiasmaba recordarlos… Los veía extáticos de amor y admiración, contemplando, ora las perfecciones de la Señora (Virgen María), ora su correspondencia a la gracia y sus relaciones divinas con Dios y su Unigénito humanado. Luego, acercándose más a mi alma, mostrábanse como modelos para que me inspirase en ellos en mis relaciones con Dios y con la Virgen, abrasados en divinos incendios, revelando en su actitud la profunda veneración y estimación infinita que sienten por Dios y su “divina” Madre. Después, como compañeros de mi destierro y coadjutores en la alta empresa de amar y glorificar a mis soberanos amores, Jesús y María, en los misterios de su vida mortal y en la sagrada Eucaristía. Dondequiera que contemplase a Jesús y María los veía siempre rodeados de una multitud prodigiosa de ángeles… Varias veces, vi o experimenté la presencia de mi ángel custodio y de otros ángeles en mi celda, quienes se imponían a mi alma como participación de la santidad y poder de Dios, con tanta grandeza y majestad, que parecían “dioses”, pero, al mismo tiempo, humildes y afabilísimos… Era tanto el respeto y veneración que sentía por ellos que en su presencia quería permanecer postrada en tierra en actitud de “adoración” y su presencia producía en mi alma efectos maravillosos, pues sentir la presencia de un ángel y caer de rodillas, como abrasada de amor divino, era todo uno y sentía tales ansias de ser santa, muy santa y de glorificar a Dios, que no parece sino que por su medio se revelaba el mismo Dios a mi pobre alma. Anhelaba yo ser como ellos santa, angélica, “divina”, como divino es el objeto en cuya contemplación los veía como absortos y extáticos de amor.
¿Qué será Dios?, me preguntaba muchas veces, cuando se revelaba a mi alma algún ángel, en vista de los efectos que su presencia me producía; y me persuadía que, si dichos ángeles se dejasen ver de los infieles y pecadores que viven en el mundo, todos se sentirían abrasados en amor de Dios y la tierra se transformaría en cielo.
En mis relaciones con Jesús y María, tenía siempre presente a los santos ángeles y, en unión suya, practicaba todos los actos de virtud y religión… Cuando salía del coro, dejaba mi corazón en el sagrario a los pies de Jesús, a quien suplicaba retuviese mi espíritu a su lado. Así lo hacía el Señor; pues, dondequiera que estaba, sentía la influencia de mi Dios sacramentado y me comunicaba con Él a través de las paredes que nos separaban. Había una corriente invisible y misteriosa del sagrario a mi alma en cuya virtud me comunicaba con Jesús y María y con los santos ángeles que dejaba en el templo.
Cada diez o quince minutos enviaba recados con mi ángel custodio, a quien suplicaba que fuese al sagrario a visitar en su nombre y el mío a mis soberanos amores (Jesús y María), y me trajesen nuevas de ellos y de nuestros hermanos los ángeles. Que les dijese de mi parte que suspiraba por ir a su lado y que, entre tanto, todos me diesen la bendición etc… Amaba mucho a todos los ángeles; pero con predilección a los que sirven a Jesús y lo acompañan en la sagrada Eucaristía, a quien parecía me unían lazos íntimos. Cuando estaba en el coro, me figuraba ver a mi ángel custodio confundido en los del sagrario. Al salir del coro, me despedía de todos menos de ángel tutelar, que me figuraba que venía conmigo para acompañarme y ayudarme a cumplir mis deberes. Lo sentía a mi lado y dentro de mí, muy contento y afable, y hacía tanto aprecio de su misterio que me maravillaba. Entendía que me decía que Jesús le había encomendado y recomendado mi alma con especial y sumo interés y, por esto y porque veía al diablo interesado en mi perdición, desplegaba su solicitud en mi asistencia y me vigilaba y cuidaba con esmero. Este conocimiento y evidencia del amor y solicitud de mi ángel me entusiasmaba y acrecentaba el amor que por él sentía y, como enamorada de mi santo ángel, exclamaba: ¡Qué santo, santísimo es mi ángel!, ¡qué hermoso, qué bello, qué excelente, qué amable y bueno!... No cesaré de repetir que mi ángel es excepcional, es uno de los ángeles más santos, más afables y caritativos de las tropas angélicas y, que me perdonen sus hermanos y míos, los ángeles del cielo, si se dan por agraviados del afecto singular que le profeso y del lugar de preferencia que ocupa en mi estimación.
Después de cumplidos mis deberes, para los cuales había salido del sagrario, cuando volvía a él, parecíame que los ángeles, que hacen la corte a Jesús en nuestro sagrario, radiantes de júbilo, venían a mi encuentro y tomando mi alma, la introducían en el sagrario con inefable caricia y contento de verme nuevamente en su compañía. Y allí, en el fondo del sagrario, postrada a los pies de Jesús, lo adoraba y poniendo por testigo a mi ángel custodio, a los ángeles del sagrario y a María Inmaculada, mi excelsa Madre, le daba cuenta a Jesús de todo lo que había ejecutado y omitido fuera del coro, agradeciendo los favores y socorros divinos, que me había prodigado el mismo Señor… Comulgaba espiritualmente y permanecía en el templo, mejor dicho, en el centro del sagrario, donde yacía mi alma postrada a los pies de Jesús, ocupada en amarle y procurarle toda la gloria y complacencias posibles, en unión de María, de mi ángel custodio y de los ángeles del sagrario.
Varias veces vi a Jesús glorioso en el cielo en íntimas comunicaciones con los santos ángeles, como en medio de ellos, tratándolos con infinito amor y ternura, como a hijos, y me requirió para formar parte de su naturaleza angélica y participar del amor y ternura que les prodiga.
La beata Anna Schäffer (1882-1925), a los 18 años sufre un accidente y queda paralítica para toda la vida. Los 25 años que le quedan de vida serán un continuo martirio, pero ella sabrá aceptar la voluntad de Dios y se ofrecerá como víctima por la salvación del mundo. Desde 1901 ve a su ángel. En 1910 recibe la gracia de los estigmas para participar de la pasión de Jesús. En 1914 llega al matrimonio espiritual.
Cuando comulgaba, siempre le pedía a su ángel que la ayudara en su debilidad para hacer una buena comunión. Ella amaba inmensamente a Jesús Eucaristía y recibía frecuentemente la gracia de que su ángel la llevara (en realidad o en espíritu) a iglesias lejanas, donde se celebraban especiales actos de adoración o misas solemnes para adorar a Jesús sacramentado. Dice por ejemplo: El 31 de agosto de 1918 me encontré en una iglesia muy grande delante del Santísimo Sacramento expuesto, delante del cual había numerosos cirios ardiendo. Allí vio a millares de ángeles, adorando a Jesús y que dos ángeles, de especial majestad, estaban a ambos lados del Santísimo de rodillas, adorando a su Señor.
Un testigo relata lo siguiente: Todos los días iba yo a casa de Ana. Yo la bendecía con agua bendita y ella hacía la señal de la cruz. Hacia las 6.45 p.m. llegaba el sacerdote para darle la comunión. Ella estaba en su cama. Y, cuando el sacerdote depositaba la hostia sobre su lengua, alrededor de su lecho aparecía una luz muy bella e indescriptible. Yo le pregunté a su madre si eso ocurría siempre y ella me dijo que sí.
El Padre Jean Edouard Lamy (1853-1931) era un sacerdote de un pequeño pueblecito de Francia. Su biógrafo, el conde Paul Biver, dice en el libro que escribió sobre su vida: Un día, a las diez menos cuarto de la noche, me acuesto y apago la luz. Después de dos o tres minutos, siento la conversación animada en la habitación del anciano sacerdote. Y en el silencio de la noche oigo voces masculinas. El Padre Lamy hablaba con su ángel custodio.
El padre Lamy decía frecuentemente: Nosotros no damos a los ángeles la importancia que tienen. No les rezamos suficientemente. Ellos nos miran como a sus pequeños hermanos necesitados. Y nos cuidan con mucho cariño. Él tenía como protector especial al arcángel san Gabriel. Sufría de problemas a la vista y en su vejez llegó casi a perderla totalmente. Pero el ángel le ayudaba, cuando salía a visitar enfermos por las noches. Sin su ayuda se hubiese caído cientos de veces por aquellas calles oscuras y, sobre todo, con la nieve del invierno. El arcángel, con otros ángeles, le acompañaba por delante con una luz suficiente para que pudiera ver el camino y, a veces, cuando terminaba de visitar a los enfermos, estando muy cansado, de pronto, se encontraba a la puerta de la casa parroquial, como si hubiera sido transportado milagrosamente por los ángeles en un instante.
Gabriela Bossis es una gran mística francesa, fallecida en 1950 y cuyo Diario, titulado El y yo, ha tenido más de 50 ediciones en distintas lenguas. El 7 de julio de 1940, ella le dice a una amiga: Invita a los ángeles y a los santos para que te acompañen a reconocer tu casa, piensa que están ahí para acompañarte en todos tus actos. Son tus hermanos mayores. El 13 de diciembre de 1944 le dice Jesús: Yo estoy en el sagrario y os pido que vengáis a hacerme compañía en unión con los ángeles que me rodeaban en el huerto de los olivos. Ellos estaban allí para sostener mis fuerzas. Tú ven aquí para sostener mis fuerzas en mi soledad. Como ves, no hay nadie en la iglesia. Mis visitantes son pocos y sus visitas son breves y apresuradas.
El santo Padre Pío de Pietrelcina (1887-1968) le decía en una carta a su dirigida: Querida Raffaelina, qué gran consolación, cuando al momento de la muerte, tu alma vea a este ángel tan bueno que te acompañó a lo largo de la vida.
En una ocasión, el Padre Pío, vestido de soldado después de salir del cuartel, donde había sido llamado en tiempo de la primera guerra mundial, llegó en tren a Benevento y quiso llegar hasta su pueblo de Pietrelcina, pero se dio cuenta de que no tenía dinero suficiente para pagar el billete del autobús. Confiando en la providencia, se subió al autobús, pensando en explicarle al cobrador que le disculpara, que le pagaría al llegar al pueblo. Pero subió con él un extraño personaje, elegantemente vestido y con una maleta nueva que se sentó a su lado. Cuando el cobrador se acercaba pidiendo los billetes y el Padre Pío estaba ya sudando, el cobrador le dijo: Alguien ya pagó por usted. Miró al personaje vecino, pero no dijo nada, porque no sabía si había sido él.
Al llegar a su pueblo, se bajó del autobús y miró al compañero para saludarlo y despedirse, pero ya no estaba. Había desaparecido. Este suceso lo contaba muchas veces a sus hermanos religiosos, como dando a entender que Dios le había socorrido por medio de su ángel.
El Padre Alessio Parente, confidente y compañero del Padre Pío, cuenta un caso que le ocurrió a él personalmente en 1959. Cuando el Padre Pío celebraba la misa, él, con otro religioso, daba la comunión a los fieles, mientras el Padre Pío estaba en la sacristía. Un día, al dar la comunión, el Padre Alessio terminó todas las hostias que había en su copón y fue al altar a purificarlo, mientras su compañero seguía dando la comunión. Cuando ya había purificado el copón y estaba para cerrarlo, vio una hostia que, volando, se introdujo en su copón con un pequeño sonido. Se quedó pasmado. Después de la misa, se lo contó al Padre Pío y éste le dijo: Procura estar más atento y no distribuir la comunión tan rápidamente. Da gracias a tu ángel custodio, que no ha permitido que Jesús cayera por tierra. Así le daba a entender que el ángel había recogido la hostia, que se le había caído sin darse cuenta e iba a caer al suelo.
Por eso, es bueno pedir a los ángeles que nos cuiden al dar la comunión para que no caigan al suelo las pequeñas partículas, en las que está Jesús, sino que las recojan y las devuelvan nuevamente al copón. Y nosotros debemos tener más cuidado.
La venerable sor Mónica de Jesús (U1964) dice:
La víspera de los ángeles, en vísperas, vi a todos los “hermanos mayores” de cada una de las hermanas que estaban en el coro. Me dio mucha alegría, pero también tuve pena, porque todos estaban contentos, aunque no todos alegres. Se lo pregunté a mi ángel y me dijo que era por no rezar con todo el fervor que ellos querían que tuviesen las almas.
Varias veces su ángel le llevaba la comunión, cuando estaba enferma. Ella escribe a su director espiritual: Estuve varios días en cama y el ángel me trajo a Jesús por la mañana, y el ángel suyo y el de la Madre traían cada uno una vela alumbrando a Jesús.
A veces, jugaba con su ángel a amar a Jesús. Dice: Hoy, día de los santos reyes, he ganado al “hermano mayor”(el ángel) a amar a Jesús. Le he ganado siete veces.
El domingo de Pascua, temprano, vino Jesús y con él los 7 ángeles de las almas víctimas y otros más, y todos a una cantaron muy contentos y alegres los aleluyas con unas voces que la celda se venía abajo. Ellos cantaron muchas veces y muy bien.
Estamos en la santa cuaresma y mi hermano mayor es tan bueno como siempre. Me da dos pláticas. Por la mañana, a la hora en que se puede, me habla del amor a Jesús en la Eucaristía. Por la tarde o por la noche, de la Pasión.
El ángel le ayudaba a salvar a los pecadores, por los cuales rezaba con mucho fervor; y se sentía muy feliz, cuando el ángel le decía que ya se habían confesado algunos pecadores por los que ella rezaba. En ocasiones, el ángel le daba estampas o medallas para que las llevara o las regalara a otras personas.
Como había formado una asociación de almas víctimas, en ocasión de las fiestas venían los ángeles de las almas víctimas y a todos les ganaba a amar a Jesús y cantaba con ellos. Su ángel le hacía muchos servicios cuando estaba enferma, e, incluso, le echaba las cartas al correo o las hacía llegar sin pasar por el correo; pero también le llamaba seriamente la atención ante las distracciones en la iglesia o por alguna falta de caridad con sus hermanas, por mínima que fuera. El ángel era para ella su compañero, que le enseñaba a amar a Jesús y a María y a todos los santos, especialmente, a los de su Orden, a quienes amaba con singular cariño, pues se le aparecían de vez en cuando. Ella, por su parte, mandaba a veces, celebrar misas en honor de su ángel o por sus intenciones.
Decía el beato Juan XXIII: El ángel custodio es un buen consejero, intercede cerca de Dios en nuestro favor, nos ayuda en nuestras necesidades y nos preserva de peligros y accidentes. Yo deseo que los fieles sientan toda la grandeza de la asistencia de los ángeles. Cada uno de nosotros tiene un ángel custodio para que nos preserve de los peligros. Con él podemos conversar, al igual que con los ángeles de los demás… Las mamás deben enseñar a sus hijos a invocar al ángel custodio para que los proteja en los peligros, cuide su inocencia y les inspire buenos pensamientos. No nos olvidemos de pedirle ayuda y de agradecer su asistencia.
San Josemaría Escribá de Balaguer, el fundador del Opus Dei, tenía una fe inmensa en su ángel custodio. Recordemos que la fundación del Opus Dei tuvo lugar el dos de octubre de 1928, fiesta de los ángeles custodios. Una vez, estaba en la calle y fue agredido por un desconocido en pleno día. El desconocido lo agarró del cuello y casi lo mata, pero un joven desconocido lo libró de inmediato antes de que le pudiera hacer un daño irreparable. San Josemaría atribuyó siempre el ataque a una acción diabólica y su defensa a su ángel custodio.
Era tanta la familiaridad con su ángel que, cuando iba a entrar en cualquier habitación, siempre dejaba paso primero a su ángel. Y, cuando saludaba a alguien, saludaba primero a su ángel custodio.
En una ocasión, se le averió el reloj y le pidió a su ángel que lo despertara a la hora conveniente. Y el ángel cumplió bien su misión. Por eso, a veces, lo llamaba con confianza: Mi pequeño reloj. Todos los martes los dedicaba a su ángel y a todos los ángeles. Y decía: Ten confianza con tu ángel custodio. Trátalo como a un entrañable amigo y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día (Camino N° 562).

HISTORIAS DE ÁNGELES

EL ÁNGEL ESTUDIANTE
Una madre de familia italiana a quien conozco personalmente, me escribió con el permiso de su director espiritual:
Cuando tenía 15 años, nos trasladamos desde una ciudad de provincia, donde habitábamos, a Milán para poder estudiar en una Academia. Yo era muy tímida y tenía miedo de viajar en el tranvía, pues podía equivocarme al bajar y perderme. Mi papá, todas las mañanas, me daba la bendición y me decía que rezara a mi ángel custodio para que me guiara.
Al poco tiempo de comenzar las clases, a la ida y venida de la Academia, se me acercaba un misterioso compañero, vestido con pantalones y abrigo, pues hacía frío por ser invierno, de unos veinte años, rubio y bello, de finos modales, ojos claros, dulces y severos al mismo tiempo, pero llenos de luz. Nunca me preguntó mi nombre y yo tampoco le pregunté el suyo, porque era tímida. Pero a su lado me sentía contenta y segura. Nunca me cortejó ni me habló de amores. Antes de llegar a la Academia, entrábamos siempre en una iglesia para rezar. Él se arrodillaba profundamente y así permanecía, aunque hubiera otras personas presentes. Yo lo imitaba.
A la salida de la Academia, me esperaba y me acompañaba a mi casa. Me hablaba siempre con dulzura de Jesús, de la Virgen María y de los santos. Me aconsejaba portarme bien, evitar las malas compañías e ir cada día a misa. Con frecuencia, me repetía: “Cuando tengas necesidad de ayuda o consuelo, vete a la iglesia delante de Jesús sacramentado y Él te ayudará en unión con María, porque Jesús te ama más que nadie. Por eso, agradécele siempre todo lo que te da”.
Este amigo tan especial me dijo, en una oportunidad, que me casaría un poco tarde y cuál sería el nombre de mi esposo. Cuando ya faltaba muy poco para el fin del año escolar, mi amigo desapareció y no lo pude ver más. Me preocupé, recé por él, pero fue en vano. Desapareció de improviso, así como había aparecido. Por mi parte, proseguí mis estudios y conseguí mi diploma, encontré trabajo, pasaron los años y lo olvidé, pero sus buenas enseñanzas nunca las olvidé.
Me desposé a los 39 años y una noche soñé con un ángel sin alas que me dijo que era mi amigo de la adolescencia, recordándome que me había casado con un hombre con el nombre que él me había dicho. Cuando se lo conté a mi esposo, me creyó y se sintió conmovido. Después de aquel sueño, de vez en cuando, se me aparece en sueños y también visiblemente. A veces, siento sólo la voz.
Cuando se me presenta en sueños, rezamos juntos el rosario y vamos a rezar a distintos santuarios y allí veo muchísimos ángeles, participando en la misa con muchísima devoción. Y me despierto con una alegría tan grande que me dura varios días. Cuando viene visiblemente, se presenta con una túnica larga, a veces de color oro o blanca en tiempo pascual y Navidad, pero sin alas. Su aspecto es de un joven de 20 años, como le veía, cuando yo tenía 15, de estatura mediana, bello y luminoso.
Me inspira sentimientos de profunda adoración a Jesús. A veces, me recuerda lo que debo hacer o dónde debo ir o no ir; pero, si en alguna cosa mi director espiritual es de otra opinión, me dice que siempre obedezca a mi director. La obediencia, me dice, es necesaria. Y me inculca mucho rezar por los pecadores, por los enfermos, por el santo Padre y por los sacerdotes.

EL ÁNGEL MECÁNICO

Un sacerdote amigo mío, me contó algo que él conocía muy bien de boca del propio protagonista. Un día, un sacerdote venezolano iba en su coche con una religiosa a visitar una familia fuera de la ciudad. En cierto momento, el coche se detuvo y no podía arrancar. Era un camino poco transitado. Rezaron, pidiendo ayuda, e invocaron a sus ángeles. Al poco tiempo, aparece por el camino otro coche. El chofer se baja para ver si podía ayudar en algo. Mira el motor, mueve algo y comienza a funcionar. Cuando el sacerdote comienza a arrancar el coche, mira hacia atrás y el otro coche ya no estaba. ¿Qué había pasado? Pensaron que su ángel había venido a ayudarles.

EL ÁNGEL BOMBERO

En la vida de la venerable Sor Mónica de Jesús, agustina recoleta, cuentan los testigos en el proceso de beatificación: En el incendio que ocurrió en el convento de la Magdalena el año 1959 y que amenazaba destruir el convento, ya que ardieron 400 cargas de leña, que se encontraban en el depósito, las llamas eran espantosas y dificultaban totalmente el que pudieran actuar los bomberos, ya que las llamas y el humo impedían el poder penetrar para poder introducir la manguera que llevara el agua necesaria para sofocar el incendio, que cada vez era más grande. En estas circunstancias, se presentó en el convento un joven de unos quince años, aproximadamente, con camisa verde. Este chico se puso un pañuelo en la boca y arrastró consigo la manguera con la que pudo introducir el agua necesaria. Todas las personas que estábamos allí, tanto religiosas como seglares, que habían entrado para ayudarnos a sofocar el incendio, pudimos comprobar la presencia de este muchacho al cual no conocíamos ni vimos después. Después de unos días, y comentando las religiosas quién podría ser aquel muchacho, Sor Mónica nos dijo que no sabríamos nunca quién fue. Todas tuvimos la convicción de que se trataba de un fenómeno sobrenatural y que aquel muchacho sería el ángel de la guarda de Sor Mónica.

EL ÁNGEL MENDIGO

San Felipe Neri andaba un día por las calles de Roma y un pobre se le acercó a pedirle limosna. El santo hizo ademán de darle las pocas monedas que tenía, cuando el otro, excusándose y sonriendo, le dijo: Quería sólo ver lo que tú sabes hacer, y desapareció. Más tarde, comunicó a sus amigos sacerdotes que el mendigo era su ángel custodio, que se le había aparecido así para darle a entender cuán grata es a Dios y a sus ángeles la caridad con los pobres.

EL ÁNGEL MISIONERO

La Venerable Sor María de Jesús de Ágreda (1602-1665) en su famoso libro Mística Ciudad de Dios, habla de cómo iba frecuentemente a evangelizar a los indios de México, aunque no sabía si era personalmente o por medio de su ángel. Dice:
Para juzgar que iba realmente, era que yo veía los reinos distintos, y sabía sus nombres y que se me ofrecían al entendimiento distintamente; que veía las ciudades y conocía la diferencia de la tierra y que el temple y calidad era diferente, más cálido, las comidas más groseras y que se alumbraban con luz como de tea. Yo los amonestaba y declaraba todos los artículos de la fe y los animaba y catequizaba, y lo admitían ellos y hacían como genuflexiones. En una ocasión, me parece, di a aquellos indios unos rosarios; yo los tenía conmigo y se los repartí y los rosarios no los vi más. El modo a que yo más me arrimo y que más cierto me parece fue aparecerse un ángel allí en mi figura y predicarlos y catequizarlos y mostrarme acá a mí el Señor lo que pasaba para el efecto de la oración, porque el verme a mí allá los indios fue cierto.
También conocía las guerras que tenían y que no peleaban con armas como las de acá, sino con instrumentos para tirar piedras a la traza de hondas y con ballestas y cuchillos de fuste... Serían quinientas veces, y aún más de quinientas, las que tuve conocimiento de aquellos reinos, de una manera o de otra, y las que obraba y deseaba su conversión, que el cómo y el modo no es fácil saberse y que, según los indios dijeron de haberme visto, o fue ir yo o algún ángel en mi figura. Esto del reino y las cosas exteriores duraron sólo tres años.
¡Qué hermoso, si nuestro ángel pudiera tomar nuestra figura con el permiso de Dios y poder ir a evangelizar y bendecir y dar cariño a tanta gente necesitada de Dios y de amor!

EL ÁNGEL SUPLENTE

En la vida de la venerable Sor Mónica de Jesús, de la que hemos hablado anteriormente, se cuenta que, al menos en cinco oportunidades, tuvo el don de bilocación y fue a animar a los soldados españoles que luchaban en Marruecos en guerra contra los moros. El día 2 de octubre de 1921 regresó herida de bala. Según el juicio del censor del Vaticano en su proceso de beatificación, parece que estaba físicamente allí, porque el ángel se había ofrecido a suplir su presencia en la comunidad y, la segunda vez, volvió con una grave herida en la pierna izquierda.
El ángel la suplía, haciendo por ella todas las tareas de la Comunidad sin que las demás se dieran cuenta de que era su ángel, que tomaba su figura. Ella misma dice a su director espiritual: En Semana santa me tocaba servir en el comedor. El ángel me dijo, al instante, que por qué temía, sabiendo que, cuando yo no había podido hacer las cosas (se quedaba extasiada en Semana santa), él las había hecho y nadie se había enterado (carta al Padre Cantera del 28 de marzo de 1926).
La Madre Priora, Sor Dolores, en sus testimonios dice que su ángel le ayudaba a salvar almas y personas que estaban en peligro, por encargo suyo. Dice: Hoy 29 de julio de 1919 me ha dicho que su “hermano mayor" ha salvado a un pecador, que estaba ahogándose y a otro que estaba desesperado y se iba a ahorcar. Otro estaba enfermo, y ha impedido que entraran en su habitación unos amigos de sus vicios y pecados.

EL ÁNGEL CHOFER

El Padre Alessio Parente, íntimo colaborador del P. Pío de Pietrelcina, cuenta que un día, un amigo suyo, había viajado en su coche de Firenze a san Giovanni Rotondo para confesarse con el Padre Pío y escuchar la misa. A medio camino, se sentía cansado y se quedó en una estación de gasolina para tomar un café y descansar. Y después decidió continuar, a pesar de estar ya muy oscuro. Dice el protagonista Piergiorgio Biavati: Sólo recuerdo una cosa, encendí el motor y me puse al volante y, después, no recuerdo nada más. No recuerdo ni un segundo de las tres horas pasadas, manejando al volante. Cuando ya estaba enfrente de la iglesia de san Giovanni Rotondo, alguien me sacudió y me dijo: “Ahora toma tú mi puesto”.
Se sintió tan sorprendido que, después de la misa del Padre Pío, fue a la sacristía a hablar con él. Y el Padre Pío le dijo: “Has dormido durante todo el viaje y el cansancio lo ha tenido mi ángel, que ha manejado por ti”.
¡De cuántos accidentes nos habrá librado nuestro ángel! María Simma, la conocida mística austríaca, que tenía el carisma de ver a las almas del purgatorio, que venían a pedirle ayuda, en su libro Hacednos salir de aquí dice: Hoy es muy importante retomar la devoción de los ángeles custodios, porque los espíritus malignos están por todas partes. Cuanta más confianza tengas al invocar a tu ángel, más te ayudará. Muchos accidentes de carretera son producidos por el demonio. Por eso, debemos invocar al ángel del chofer y de los pasajeros, antes de partir, para estar protegidos de cualquier dificultad. También es bueno invocar a los ángeles de los choferes de los otros coches, que encontraremos en el camino. Si lo hiciéramos así, sucederían menos de la mitad de los accidentes que ocurren.

EL ÁNGEL MÚSICO

Una religiosa contemplativa me escribía en una carta que, un día, estaba tocando y cantando la canción del ángel, que está en mi libro Tu amigo el ángel y, de pronto, vio un ángel bellísimo, con unos ojos de pureza y amor, que parecía recién salido del cielo. Parecía tener unos doce años, con alas hermosas, y cuando las movía, le hacían sentir tan profundamente el amor de Dios que quedaba como extasiada. Ese día, el ángel le cantó la canción en español. Ella no sabe español. De esa manera, quería enseñársela para que la aprendiera. Fue una experiencia inolvidable. Desde entonces, se le ha aparecido muchas veces, especialmente, en el momento de rezar el Oficio divino con las demás religiosas de la Comunidad.

EL ÁNGEL MÉDICO

San Gregorio de Tours cuenta que, cuando era niño, su padre cayó gravemente enfermo. Gregorio rezó con mucho fervor por la curación de su padre. Y una noche, su ángel custodio se le apareció en sueños y le dijo que escribiera el nombre de Jesús en un papel y lo colocara debajo de la almohada de su padre. Así lo hizo, y su padre se curó para alegría de toda la familia.

EL ÁNGEL QUE ORA

La beata Rosa Gattorno (1831-1900) dice: El 24 de enero de 1889, estaba muy cansada y me fui a la capilla a hacer oración. Me sentía disgustada, porque no encontraba aquella unión que deseaba y estaba un poco temerosa, pero tranquila. Se me apareció un bellísimo ángel y rezaba cerca de mí. Le pregunté por qué hacía eso, pero no me respondió nada. En cambio, una voz interior, me dijo: Reza por ti. Él hace lo que tú no puedes hacer, él te suple. Le es muy agradable a Dios tu cansancio. Por eso, este ángel Gabriel hace tus veces. Y quedé muy contenta en mi interior, como si hubiese gustado aquello que en la unión podía experimentar.
El santo cura de Ars recomendaba: Cuando no podáis rezar, encargad a vuestro ángel que lo haga en vuestro lugar.
De hecho, nuestro ángel tiene como oficio principal presentar nuestras oraciones a Dios y orar por nosotros. Por eso, el Padre Danielou decía que al ángel guardián debíamos llamarlo el ángel de la oración.
¡Qué hermoso es saber que nuestro ángel custodio ofrece nuestras oraciones y ora por nosotros, especialmente, cuando nosotros, por enfermedad o cansancio, no podemos hacerlo! Pero, si no fuera uno, sino millones los que rezaran por nosotros, ¿cuántas gracias recibiríamos de Dios? Por eso, procuremos hacer un pacto con los ángeles, consagrémonos a ellos, como hermanos y amigos, para que ellos estén continuamente, las veinticuatro horas del día, orando por nosotros y adorando a Dios y amándolo en nuestro nombre.

EL ÁNGEL LIBERTADOR

Un misionero de China contaba el siguiente caso, que fue publicado en la revista L`ange gardien de Lyon (Francia): Entre las conversiones de paganos al catolicismo he visto una muy consoladora. Se trata de un joven de veintiún años al que Dios le concedió el milagro de san Pedro, librado de la cárcel por su buen ángel. Este excelente joven decidió hacerse cristiano secretamente y se deshizo de sus ídolos, a los que echó al fuego. Pero su hermano mayor, al darse cuenta de lo que había hecho, se encolerizó, lo golpeó con crueldad y lo encerró en una habitación con cadenas en las manos, en los pies y en el cuello. Así pasó dos días y dos noches sin comer, decidido a morir antes de renunciar a su nueva fe. La segunda noche, mientras dormía, fue despertado por un desconocido, que mostrándole una abertura en la pared, le dijo: “levántate y sal de aquí”. Al instante, se le cayeron las cadenas y salió sin pensarlo dos veces. Apenas había salido a la calle, no vio más la abertura de la pared ni a su libertador. Sin dudar, se fue a ver a los cristianos de la vecindad y, después, fue a contarle a su hermano lo que había sucedido.
Yo lo he bautizado y dentro de poco bautizaré también a su hermano, que por este milagro se ha convertido .

l) EL ÁNGEL GUARDAESPALDAS

Una religiosa contemplativa me escribía diciendo: Cuando era jovencita, un día, debía regresar a mi casa de noche, después de haber tenido una reunión de Acción católica en la parroquia. Estaba sola y debía caminar dos kilómetros por el campo. Tenía miedo. De pronto, veo a un perro grande que me sigue. Sentí temor al principio, pero sus ojos eran tan dulces... Se detenía, cuando yo me detenía, y me seguía, cuando yo caminaba. Además me movía la cola, lo que me dio mucha tranquilidad. Al llegar cerca de mi casa, sentí la voz de mi hermana, que venía a mi encuentro, y el perro desapareció. Nunca lo había visto ni lo vi más después, a pesar de que hacía el mismo camino dos veces cada día y conocía muy bien a todos los perros de los vecinos. Por eso, pensé que debió ser mi ángel custodio, que me protegió como un guardaespaldas.
Algo parecido sucedió en la vida de san Juan Bosco con un perro, a quien él llamaba Gris, y que se le aparecía cuando iba solo a su casa en medio de la noche. Nunca lo vio comer y se le apareció por espacio de 30 años, tiempo muchísimo más largo que la vida normal de un perro. San Juan Bosco también creía que era su ángel custodio, que se le aparecía para defenderlo de sus enemigos, que varias veces atentaron contra su vida. Y, en ocasiones, el perro Gris tuvo que enfrentarse a los malhechores que lo espiaban y a quienes hubiera destrozado si no hubiera intervenido en su favor el mismo Don Bosco.

ll) ÁNGELES ACÓLITOS

Sucedió en Barcelona (España) en 1651. Ese año se desató una terrible epidemia de peste bubónica. Mucha gente murió, incluso entre los sacerdotes. El Padre Antonio de san Mateo, carmelita descalzo de la parroquia Santa María del mar, se salvó de la muerte, después de haber estado muy grave, dedicándose después con todas sus fuerzas a visitar a los enfermos en sus propias casas. Y, desde el primer día en que salió a visitarlos, llevando el Santísimo Sacramento para darles la comunión, encontró a la puerta de la parroquia dos jóvenes apuestos con cirios encendidos, dispuestos a acompañarlo en el recorrido hasta que regresara a su casa. Esto sucedió casi a diario durante siete meses. Nadie los conocía por ningún sitio y, por supuesto, nadie hubiera querido hacer aquel servicio por temor al contagio. Por eso, se corrió la voz de que aquellos desconocidos habían sido ángeles, que habían querido acompañar a su Señor sacramentado por las calles de Barcelona, queriendo, a la vez, ayudar y dar consuelo al sacerdote.
El Padre Coudere, jesuita, cuenta en su obra sobre la vida de san Juan de Ávila que, en 1530, avisaron al Padre Centenares que llevara la comunión a un enfermo, a un lugar de Sierra Morena (Sur de España). Como no conocía el camino, se encomendó a Dios y salió con intención de preguntar a los caminantes. Pero, al salir de la iglesia, se le presentaron dos jóvenes muy educados que se ofrecieron a acompañarlo con velas encendidas y a indicarle el camino. Él se sintió muy contento de semejante compañía, pero, cuando regresaron a casa, desaparecieron sin dejar rastro.
El Padre Centenares quiso contarle el caso al santo Juan de Ávila, pero antes recibió una carta suya en la que le decía: No te sorprenda lo que ha pasado. Los dos jóvenes que te han acompañado eran dos ángeles, enviados por Dios, para recompensar tu celo apostólico.

m) ÁNGELES EN ACCIÓN

Hay ángeles cocineros, agricultores, traductores,… Cualquier trabajo que desarrolla un ser humano lo pueden hacer ellos, cuando Dios se lo permite, especialmente con quienes los invocan con fe.
En la vida de san Gregorio Mayela, se cuenta que, estando encargado de cocinar a la Comunidad, un día, después de comulgar, se fue al oratorio y se quedó tan extasiado que, cuando se acercaba la hora de comer, un hermano fue a buscarlo para decirle que todavía no estaba ni siquiera encendida la cocina. Y él le respondió: Los ángeles velan sobre ello. Tocaron para ir al comedor y vieron que todo estaba preparado y a punto. Algo parecido me cuenta una religiosa italiana contemplativa: Estábamos yo y la hermana María en un pueblecito de Valencia (Venezuela), viviendo unos días en la casa del párroco, pues el pueblo no tenía párroco y el obispo nos había prestado la casa hasta que encontráramos un terreno para construir el monasterio.
Sor María estaba en la capilla, preparando las antífonas de la liturgia, y yo estaba preparando la comida. A las 10 de la mañana me llama para que oiga su composición musical de la antífonas. El tiempo va pasando sin darme cuenta y yo pienso en las vainitas, que todavía no he limpiado, en el agua que estará ya hirviendo... Son las 11,30 y a las 12 tenemos el rezo de sexta y, después, la comida. Cuando regreso preocupada a la cocina, me siento maravillada: las vainitas están preparadas y ya cocinadas en el “punto justo”. Todo limpio y los deshechos en la bolsa de la basura, el agua hirviendo... Me quedo estremecida. ¿Quién lo hizo, mientras yo estaba en la capilla con la hermana María, si sólo estamos las dos de Comunidad y nadie ha podido entrar? ¡Cómo le di las gracias a mi ángel, a quien siempre invoco! Estoy totalmente segura de que fue él quien hizo de cocinero en esta oportunidad. ¡Gracias, ángel de mi guarda!
San Isidro labrador iba a misa todos los días y dejaba el campo y los bueyes al cuidado de los ángeles y, cuando regresaba, el trabajo estaba ya hecho. De modo que un día su amo fue a ver qué pasaba, pues le habían dicho que Isidro iba a misa todos los días y dejaba de trabajar. El amo vio, según algunos, a dos ángeles trabajando con los bueyes y se quedó admirado.
El santo Padre Pío de Pietrelcina decía: Si la misión del ángel guardián es grande, la del mío es ciertamente más grande, pues debe servirme de profesor y explicarme otras lenguas.
En el caso de algunos santos confesores, el ángel les recordaba los pecados olvidados de los penitentes como se cuenta, especialmente, en la vida de san Pío de Pietrelcina y del santo cura de Ars.
En la vida de san Juan de Dios, y de otros santos, se refiere que, cuando estos santos no podían realizar sus tareas ordinarias por estar en éxtasis, dedicados a la oración o fuera de casa, su ángel les suplía y tomaba su figura. La Venerable María de Jesús crucificado afirma que, cuando veía a los ángeles de las hermanas de su Comunidad, los veía con la figura de las hermanas que custodiaban. Tenían su rostro, pero con una gracia y belleza celestial.
Así pues, los ángeles nos pueden hacer infinidad de servicios y de hecho nos hacen muchos más de los que imaginamos, aunque no los veamos ni seamos conscientes de ello. A algunos santos, como a santa Gema Galgani, cuando estaba enferma, su ángel le daba una taza de chocolate o algo que la mejorara, le ayudaba a vestirse y hasta le echaba las cartas al correo. A ella le gustaba jugar con su ángel a ver quién decía con más amor el nombre de Jesús y ella ganaba casi siempre. Algunas veces, los ángeles pueden actuar, inspirando a personas buenas a hacer ciertos trabajos que les han encomendado.
El padre José Julio Martínez relata dos sucesos históricos que le contó una señorita de la Institución Teresiana, profesora de un colegio de Castilla (España), protagonista del primero y muy conocedora del segundo:
Necesitaba viajar de Burgos a Madrid, llevando maleta y dos paquetes de libros bastante pesados. Como era época en que los trenes circulaban llenos de viajeros, tuvo cierto miedo de viajar con aquel equipaje tan pesado y quizás sin encontrar un sitio vacío. Entonces, le rogó a su ángel custodio: Vete a la estación, pues voy con el tiempo escaso, y ayúdame a encontrar un asiento vacío.
Cuando entró en el andén, ya estaba el tren preparado y lleno de viajeros. Pero desde una ventanilla, salió hacia ella una voz amable que le decía: Señorita, va usted muy cargada. Ahora bajo a ayudarle a subir sus cosas.
Era un señor algo anciano, de mirada transparente y bondadosa, que se acercó a ella sonriente, como si la hubiera conocido de tiempos antiguos y la ayudó a subir los paquetes y después le dijo que había un asiento para ella. Él le dijo:
Yo no voy en este tren. Yo me encontraba paseando por el andén y se me ocurrió que acaso llegaría alguna persona tarde sin encontrar sitio para sentarse. Entonces, tuve la buena idea de subir al tren y ocupar un asiento. Así que este asiento es para Ud. Adiós, señorita, y buen viaje.
Y aquel ancianito, con su bondadosa sonrisa y mirada dulce, se despidió de la teresiana y se perdió entre la gente. Ella sólo pudo decir: Gracias, ángel de mi guarda.
Otra compañera mía era profesora en un colegio de Palma de Mallorca y recibió la visita de su padre. Al tomar de regreso el barco para la península, se sintió algo enfermo. La hija lo encomendó a su ángel y al ángel de la guarda de su padre para que lo cuidaran durante el viaje. Por eso, se sintió muy feliz, cuando a los pocos días, recibió carta de su padre que le decía: Hija, cuando me acomodé en mi puesto en el barco, me sentía peor. Un sudor frío cubría mi frente y tenía miedo de estar enfermo dentro del barco. En esto se me acercó uno de los pasajeros, de aspecto distinguido y amistoso, y me dijo:
Me parece que Ud. está un poco enfermo. No se preocupe, yo soy médico. A ver el pulso...
Me atendió magníficamente y hasta me puso una inyección reconfortante.
Cuando llegamos al puerto de Barcelona, me dijo que él no podía tomar el mismo tren, pero me mostró a un amigo suyo que venía precisamente en ese tren y le pidió que me acompañara. Este amigo era tan noble y generoso como el médico, y no me dejó hasta entrar en casa. Te escribo esto para que estés tranquila y veas cuántas personas buenas nos pone Dios en el camino de la vida.
En resumen, los ángeles están para servirnos, cuidarnos y ayudarnos en nuestro caminar por la vida. Encomendémonos a ellos y todo será más fácil y rápido con su ayuda.

MÁS EXPERIENCIAS DE ÁNGELES

La Madre Angélica, norteamericana, nacida en 1923, fundadora de un convento de adoración perpetua a Jesús sacramentado, ha fundado también la primera y principal cadena de televisión católica del mundo por cable, ha establecido una editorial católica con su imprenta, y ha fundado la mayor emisora de radio privada de onda corta. Ella nos cuenta cómo Dios salvó su vida por medio de su ángel de la guarda:
Jamás olvidaré un incidente que tuvo lugar, cuando yo tenía diez u once años. Vivía todavía en Cantón, en Ohio, y ya avanzada la tarde había ido a la plaza mayor para hacer algunos encargos para mi madre... Cruzaba tranquilamente la calle, cuando de pronto oí a alguien que chillaba, y al volver la cabeza, vi unos faros que se me acercaban. Quedé momentáneamente cegada y, entonces, sentí dos manos que me agarraban, ayudándome a saltar la verja del aparcamiento.
Aquel coche había pasado un semáforo en rojo y seguía a toda velocidad. Gradualmente, comencé a comprender lo ocurrido. Se acercó un montón de gente, preguntándome cómo me las había arreglado para saltar la verja. No tenía ni idea de cómo lo había logrado. Al llegar a mi casa, mi madre estaba pálida y temblorosa. Ella había sentido que corría peligro y se había puesto de rodillas para rezar, pidiéndole a Dios que me salvara la vida. Estaba claro que aquello era precisamente lo que Dios le había ordenado a mi ángel que hiciera. Jamás olvidaré la curiosa sensación de ser levantada, literalmente izada, por dos manos que me ayudaron a cruzar la verja, que me separaba de la muerte...
Desde entonces he mantenido una relación muy íntima con mi ángel. Le llamo Fidelis, que en latín significa fiel, y puedo decir que siempre lo ha sido.
El ángel es nuestro amigo inseparable... Si eres estudiante, pídele que te ayude a concentrarte en tu próximo examen. Si eres representante comercial, pídele ayuda antes de visitar a tu próximo cliente importante. Si eres padre, pide al ángel de la guarda de tus hijos que los proteja en su vida cotidiana... Si alguna vez te invade la soledad, recuerda al amigo que Dios te ha dado. Está contigo en todo momento. Nunca estás solo. Si alguna vez has deseado tener un amigo que te comprendiera y te aceptara tal como eres, si has deseado tener a alguien que no se desalentara por tus debilidades o tus pecados, si has querido tener a alguien que rezara por ti en cualquier circunstancia, ése es tu ángel. Tienes un ángel de la guarda... Con millones de ángeles que rezan por ti y con un ángel de la guarda que te cuida especialmente, nunca debes tener miedo.
Un sacerdote, a quien conozco personalmente, me dijo que se escribía con una religiosa contemplativa. Un día le escribió una carta a esta religiosa en la que le decía que le mandaba un ramo de rosas con su ángel. Y ella le contestó lo siguiente:
Recibí tu carta, en la que me decías que me enviabas con tu ángel un ramo de flores. Dos días después, víspera de una gran solemnidad, yo estaba en la cocina, cuando me mandaron llamar. La Madre Superiora venía hacia mí con un hermosísimo ramo de flores. Eran rosas, frescas, como si las hubieran cogido en esa misma hora y, entre ellas, había espigas de trigo, unas maduras y otras verdes, como a mí siempre me han gustado. Había treinta y dos rosas extraordinariamente bellas. La Madre no sabía quién las enviaba, pero intuitivamente pensó que eran para mí. La hermana portera dijo que tampoco sabía, porque las habían dejado en el torno con una nota. Yo le dije a la hermana que las llevara a la capilla para Jesús, y recogí la nota. La nota no se leía muy bien y pensé que era de un seminarista, a quien yo le aconsejaba para que fuera un buen sacerdote; además, la firma era ilegible.
Pero en la noche, con más calma, leí bien y decía: “Para mi hermanita María”, y debajo estaba la firma. Comparé la firma con la de tu carta y era exactamente la misma. La Madre también pudo compararlas y me dijo que eran las dos exactamente iguales. Así que me convencí de que eras tú quien me había enviado las rosas por medio de tu ángel. Unos días más tarde, le pregunté a mi ángel quién había traído las rosas y me dijo: “El ángel del Padre”.
Ciertamente, los ángeles son mensajeros fieles. Por eso, yo tengo la costumbre de enviar saludos y flores y bendiciones por medio de mi ángel; porque sé que es eficaz y cumple bien los encargos.
El padre Giovanni Salerno, el gran misionero de los Andes del Sur del Perú y fundador del Movimiento de los Siervos de los pobres del tercer mundo, tiene mucha devoción al ángel custodio y les dice a sus hijos espirituales: Los niños huérfanos y abandonados nos han sido traídos por sus propios ángeles de la guarda, que son nuestros mejores aliados. Y nosotros no debemos cansarnos de hacerle comprender a cada niño qué importante y hermoso es el hacer amistad y establecer una alianza con su propio ángel de la guarda... Cada vez que recibimos en nuestras casas a un niño pobre y abandonado, debemos recibirlo, agradeciendo al ángel de la guarda, que nos lo trae. ¡Cuánto habrá luchado su ángel para traernos a ese niño!
Una religiosa me escribía en una carta lo siguiente: Desde pequeña he vivido en intimidad con mi querido amiguito, el ángel. Cuento siempre con él y puedo hablar con él en cualquier momento y de cualquier cosa. Tiene la tez blanca, suavemente sonrosada, ojos azules claros, rostro hermoso, expresión alegre y jovial, con una sonrisa cautivante. A veces, está serio, pero nunca frío o distante. Tiene los cabellos rubios. Cuando me habla, es delicadísimo y educadísimo. Sus alas son lindas, grandes y con plumas suaves y blandas. Cuando era pequeña, parecía tener un año más que yo. Ahora aparenta ser un joven de 18 ó 19 años y con una estatura unos 10 cms mas alto que yo. Pero, en alguna ocasión, lo he visto muy alto con las alas extendidas.
Siempre responde a mis preguntas o me dice que debo esperar la respuesta. Otras veces, me sonríe, que es lo mismo que decirme que sí a lo que le pregunto. Viste una túnica larga hasta los pies, de un tono azul claro. Las mangas son amplias. El tejido parece ser fino y suave. Cuando camina, parece no tocar el suelo y lo hace sin hacer ruido.
El día de Navidad íbamos en procesión por el convento, llevando una imagen del Niño Jesús y teníamos velas en las manos. Entonces, vi a los ángeles de las hermanas, que iban también con velas encendidas en sus manos. Mi ángel iba a mi lado y me miraba tiernamente. Quedé muy conmovida y no podía contener mis lágrimas. Todos los ángeles tenían como una aureola en forma de anillo alrededor de la cabeza.
Una religiosa contemplativa me escribía desde Polonia: Yo he experimentado un milagro de mi ángel. Siempre me ha gustado pintar y, como religiosa, tengo mi pequeño estudio para pintar dentro del convento. El 9 de marzo del 2004, mientras estaba pintando, encendí una pequeña vela a las 2 de la tarde. Me olvidé de apagarla y me fui a la capilla para la adoración del Santísimo, que tenemos todos los días desde la mañana hasta la tarde. No volví al estudio hasta el día siguiente a las 9,30 a.m. Y me sorprendí al ver todavía encendida la velita, que estaba en medio de una gran cantidad de pinturas al óleo. La vela, cuando la prendí, tenía unos 7 cms de alto y 5 cms de ancho y, cuando la encontré, tenía todavía 1,5 cms de alto. Realmente, creo que fue un milagro. Yo creo que fue mi ángel guardián quien me protegió y evitó un incendio, porque siempre me encomiendo a él al comenzar mi trabajo.
Otra religiosa me escribía: El otro día le pedí a mi ángel un favor y me lo hizo. Tengo dos pajaritos y mi oficio es limpiarlos. Pero se me escaparon y desaparecieron toda la mañana. Y, a primera hora de la tarde, regresaron al nido. Las hermanas dicen que eso fue un milagro. Y yo no cabía de contenta por el favor de mi ángel.
Veamos ahora el caso, contado por un sacerdote italiano. En un día espléndido de primavera, llevaba la comunión a un enfermo en bicicleta. Conocía muy bien el camino, pero, de pronto, se siente extraviado. Y se pregunta:
¿Dónde estoy? ¿Qué me ha sucedido? ¿Cómo he podido extraviarme por un camino que conozco tan bien? Doy vuelta para cerciorarme que no estoy soñando y veo una casa rústica. Sale una mujer, llorando, que me mira con ojos asombrados. Al reconocerme, se pone a gritar de alegría: “¡Un sacerdote! ¡Gracias ángel de mi guarda, por haberme escuchado y habérmelo mandado!”
Se acerca y me dice: “Venga, padre, mi marido se está muriendo y acaba de pedir un sacerdote. Estaba desesperada, porque no podía dejarlo solo y tampoco sabía dónde ir a buscar un sacerdote. ¡Había deseado tanto que él quisiera un sacerdote, él que siempre lo había rechazado! Le he dicho a mi ángel que se encargara de buscarlo. Y, de pronto, aparece Ud. como llovido del cielo. Gracias, Padre, gracias”.
Entonces, me doy cuenta de que su ángel se había puesto de acuerdo con el mío y me había guiado sin darme cuenta a donde mi ministerio era más urgente. Pero me esperaba otra sorpresa: cuando abro el portaviáticos para darle la comunión, me doy cuenta, asombrado, de que hay dos hostias, cuando yo estaba seguro de haber puesto sólo una. Me recojo en adoración al lado del moribundo, que instantes después levanta el vuelo al paraíso. Luego, emprendo el camino hacia la casa del enfermo al que iba a visitar.
En los días sucesivos, percibo mucho más que antes la presencia del ángel de la guarda junto a mí, que, sonriendo y regañándome suavemente, me repite: “No te olvides nunca de mí. Yo siempre estoy contigo”.
El padre Joaquín Hernando Calvo, sacerdote claretiano, a quien conozco personalmente, tuvo una experiencia extraordinaria con su ángel. Estando en Lima, se sintió mal del corazón y fue a Barcelona a operarse. Estando en plena operación, su corazón dejó de latir y quedó clínicamente como muerto. Los médicos lo cosieron y lo mandaron al depósito de cadáveres. Estando allí, fue a verlo su hermano, también sacerdote claretiano, y vio que se movía. Llamó urgentemente a los médicos, quienes lo regresaron a la sala de operaciones y le salvaron la vida. Pero él cuenta que, en los momentos en que estaba clínicamente muerto, se sintió salir de su cuerpo y vio a su ángel que lo miraba con todo amor y le dijo que todavía no era su hora y que debía volver a la vida para fomentar por todas partes la devoción a los ángeles custodios. Era una misión especial que Dios le encomendaba. De hecho, ha fundado una Asociación de Amigos de los ángeles, que puede verse en internet, y por todas partes habla de la importancia de la devoción al ángel custodio.
El Papa Juan Pablo II escribió: Tengo una devoción especial al ángel de la guarda. Desde niño, probablemente como todos los niños, repetí tantas veces esta plegaria: “Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, dirígeme y gobiérname”. Mi ángel de la guarda sabe lo que estoy haciendo. Mi confianza en él, en su presencia protectora, crece en mí continuamente. San Miguel, san Gabriel, san Rafael son arcángeles a los que invoco con frecuencia en la oración. Recuerdo también el hermoso tratado de santo Tomás sobre los ángeles, espíritus puros.

MI VIDA CON LOS ÁNGELES

Era un 16 de diciembre de 1943, aquel día mi ángel estaba contento, porque a las ocho de la noche de un día frío y lluvioso de invierno vine al mundo y él me estaba esperando con amor. Seguramente le ayudó a mi madre en aquellos momentos para que todo saliera bien según el plan de Dios. Mi padre se alegró y quiso ponerme su nombre: Ángel. Quizás, por eso, no es casualidad que, desde muy pequeño, haya tenido mucha devoción a los ángeles.
Desde que tengo uso de razón, recuerdo que encima de mi cama había una imagen grande de un ángel con alas que cuidaba a dos niños que estaban atravesando un puente rudimentario. Es una imagen muy conocida y que a mí, desde muy niño, me hizo querer al compañero de mi vida e invocarlo con amor. La devoción al ángel de la guarda ha sido en mi familia una nota característica y a mis hermanas les recuerdo siempre que no se olviden de rezar a su ángel. A muchas personas, cuando les escribo, les digo: Saludos de mi ángel.
Cuando era joven seminarista, un día fuimos al monte y, en un descuido, casi me saco un ojo con un clavo, en una casa de campo abandonada. Creo que mi ángel estaba allí y me cuidó para que no me pasara nada. Mi ángel cumplía órdenes y velaba por mí como lo ha hecho a lo largo de mi vida. El plan de Dios era que fuera sacerdote y, por eso, me cuidaba de tantos peligros para el cuerpo y para el alma.
Cuando estaba de misionero en la Sierra del Perú, me libró de peligros de serpientes, de caídas del caballo, de enfermedades por causa del clima y de tantas otras cosas que sólo conoceré en el cielo. Por eso, estoy muy agradecido a mi ángel.
Cuando era capellán militar en el norte de África, estaba espiritualmente bajo de forma; estaba pensando en dejar el sacerdocio y fue, en aquellas dudas, en las que sentí la inspiración de mi ángel (así lo digo siempre) de escribir a cuatro conventos de vida contemplativa para pedirles ayuda. Y creo que me sirvió, pues no tuve que retirarme y retomé mi vocación con más fuerza y fervor, cuando pasó la crisis de fe.
Estando en Arequipa, un día, estando en la sala de televisión, él me inspiró a escribir a muchos conventos de vida contemplativa para pedir oraciones, considerando que sería muy hermoso tener el apoyo espiritual de muchas buenas y santas religiosas. Fue el 5 de diciembre de 1988, cuando escribí las primeras cartas a religiosas de clausura de distintos países, y cuya amistad dura hasta ahora. Creo que es una de las cosas que más beneficio espiritual me ha traído en mi vida.
En una oportunidad, iba a celebrar la misa con otros dos sacerdotes de mi Orden y no había nadie en la iglesia. Mis hermanos me dicen: ¿Vamos a celebrar nosotros solos? Les digo: No, la iglesia está llena de ángeles. Parece que no les convencía mucho esta idea, pero para mí era muy claro que nunca estamos solos. Por eso, decía san Bernardo: Nunca estoy menos solo que cuando estoy solo. Siempre estamos rodeados de ángeles, que nos acompañan en todas partes. Yo estoy convencido de ello. Por lo cual, saludo a los ángeles de los que me saludan y de los que me rodean.
Cuando celebro la misa, pienso en los ángeles de los presentes y les pido que vengan al altar a acompañarme, y lo mismo le digo al ángel de la iglesia, a los ángeles del acólito y de las religiosas, a quienes he pedido que me envíen cada día su ángel. A todos los ángeles del universo los invito a asistir a la misa.
En nuestra iglesia, a veces, cantamos una canción a los ángeles que comienza diciendo: Hay ángeles volando en este lugar. Esta canción me emociona y me hace pensar en su presencia.
Hace un tiempo, estaba paseando por un parque público cantando en voz baja una canción inventada, cuando vi a unos niños, que estaban jugando con su papá. Me acerqué a saludarlos, pues soy muy amigo de los niños, y me sentí feliz de su cariño. Pensé en sus ángeles y les hablé de que rezaran a su ángel. Esto lo hago muchas veces con los niños grandecitos, para que no se olviden de rezar cada día la oración del ángel custodio.
Hay días en que, cuando despido a una persona, le digo: Te presto mi ángel hasta que llegues a tu casa. Creo que es algo afectivo, sobre todo, para evitar el miedo por las noches y por zonas peligrosas.
Cuando rezo el oficio divino o el rosario, pido a mi ángel que me acompañe en mi oración. Frecuentemente, le pido que me ayude y me inspire lo que debo escribir, o lo que debo hablar, sobre todo, en la misa. A veces, me uno a todos los ángeles de los sagrarios del mundo entero o a los que asisten a todas las misas del mundo para adorar con ellos a Jesús sacramentado. Cuando visito a los enfermos, me gusta hacerles repetir la oración del ángel y se la recomiendo a todos los que puedo. Cuando viajo, invoco a los ángeles de mis compañeros de viaje y especialmente del chofer.
Mi ángel es para mí un hermano, un amigo, un padre, que siempre vela por mí y siempre está conmigo. ¿Qué sería mi vida sin el ángel? Dios me lo ha dado para ayudarme y me privaría de muchas gracias que Dios ha querido darme por medio de él. Por eso, pienso en los que no creen en el ángel o no lo invocan nunca o se olvidan fácilmente de él. ¡Cuántas bendiciones se pierden! ¡Es muy hermoso recibir la comunión acompañado de los ángeles! Mi ángel me ayuda a hacer una buena comunión y, después de la misa, me acompaña a darle gracias al Señor por la misa celebrada.
Mi ángel ofrece todo lo que hago al Señor y reza por mí para que cumpla la misión que Dios me ha encomendado en este mundo. Él quiere que sea un sacerdote santo y me lo recuerda muchas veces y me exige, porque es muy exigente, que sea fiel hasta en los más pequeños detalles.
Algunas personas me han preguntado alguna vez, si he visto a mi ángel. Les digo que NO, pero no hace falta verlo para estar seguro de su existencia y de su compañía. Ahí está la vida de los grandes santos, que lo veían y nos cuentan cómo los ayudaba y consolaba. A veces, hasta les llevaba la comunión, cuando estaban enfermos. Mi ángel es amigo de mis amigos y los ángeles de mis amigos son también mis amigos y puedo contar con ellos. Entre los ángeles, no hay celos ni envidias. Todos nos aman, todos quieren ser nuestros amigos, y todos quieren ayudarnos.
Personalmente, me siento contento de ser amigo de todos los ángeles que existen, sin olvidarme de los santos y de las almas del purgatorio. A todos los tengo presentes en la misa, especialmente, a todos mis familiares y antepasados. Y, como he hecho un pacto con los ángeles, me siento feliz de saber que muchísimas bendiciones, que recibo de Dios, las recibo, porque ellos rezan por mí y aman y alaban a Dios en mi nombre. Por mi parte, ofrezco algunas veces misas en su honor, especialmente, de mi ángel custodio y les doy mi bendición para que la repartan a los que la necesiten, porque ellos también me bendicen a mí de parte de Dios.
¡Que Dios sea bendito en sus santos y en sus ángeles! Amén.

PACTO DE AMOR

La Madre Amparo, fundadora del convento de clarisas de Cantalapiedra (Salamanca-España) nos habla en su Autobiografía de que el 17 de octubre de 1934, en la noche, soñó con santa Margarita María de Alacoque, la mensajera del Corazón de Jesús, de quien era muy devota, y dice:
Estaba toda vestida de blanco y os ha hecho a todas socias de la Sociedad... Es una Sociedad que tenemos: la Sociedad de los serafines. Ya sabéis a lo que esto os obliga: a ser serafines, a tener en la tierra el mismo oficio que ellos en el cielo: amar a Dios y alabarle y glorificarle en todo, lo mismo en las penas que en las alegrías, conformándonos siempre con su voluntad.
Santa Margarita María de Alacoque pertenecía también a la Asociación de los ángeles, adoradores de Jesús sacramentado. Ella cuenta en su Memoria, escrita a la Madre Saumaise: Vi una multitud de ángeles que me dijeron que estaban destinados a honrar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar, que si yo quería asociarme a ellos me recibirían de buen grado, pero que era preciso que comenzara a vivir su misma vida. Ellos me ayudarían cuanto pudieran para hacerlo así y suplirían mi incapacidad de rendir a Nuestro Señor los homenajes de amor que desea de mí. Que era preciso, en cambio, que supliera yo su incapacidad de padecer y que así uniríamos el amor paciente (sufriente) a su amor gozoso. Y me hicieron leer nuestro pacto escrito en el Sagrado Corazón de Jesucristo.
¿No querrías tu pertenecer también a la Asociación de los ángeles adoradores de Jesús sacramentado y a la Asociación de los serafines y, en general, pertenecer a la Asociación de los ángeles para amar y adorar con ellos y por ellos a tu Dios y Señor? ¿Por qué no haces un pacto de amor con ellos para ser su hermano y su amigo? Ellos, por su parte, tendrán tu nombre escrito en su corazón y rezarán siempre por ti, y adorarán y amarán a Dios contigo y de tu parte. Piensa: Serás un hermano de los serafines y de los querubines, de los ángeles y de los arcángeles... Y ellos te aceptarán como hermano y te cuidarán como a un hijo querido.
Di ahora mismo: Dios mío, Trinidad a quien adoro, en unión de los serafines y de todos los ángeles del universo, te adoro y te amo. Me consagro a ellos como hermano y me asocio a ellos como un niño pequeño, que necesita su ayuda y protección. Padre mío, por medio de Jesús y de María, con el poder del Espíritu Santo, une mi vida a la suya, mi amor a su amor y haz que, a partir de este momento, seamos UNO, para siempre. Recibe este pacto de amor en el Corazón de Jesús por medio de María y sellado con la sangre de Jesús para que se haga realidad. Amén.

ORACIÓN A MI ÁNGEL

Ángel de mi guarda, tú que eres un ángel del Señor, un espíritu puro, más sabio que los sabios y más fuerte que todos los poderosos. Tú que contemplas sin cesar la faz del Padre celestial, tú que me acompañas desde mi infancia y eres mi protector y mi guía por los caminos de la vida. Te doy gracias por todo lo que me has ayudado, por haberme librado de muchas tentaciones y haberme consolado en muchas dificultades. Gracias, ángel mío. Te quiero pedir en este momento que presentes mis oraciones y sufrimientos ante el altar de Dios por la salvación de mis hermanos. Ayúdame a ser amigo de todos los ángeles del universo, quiero ser hermano y amigo de todos ellos.
Tú que eres amigo de todos los ángeles, úneme a ellos, saluda al ángel de mis padres, hermanos, amigos y de todos mis familiares. Saluda también cada día a los ángeles de quienes se acerquen a mí; y haz que mi compromiso y mi pacto de amor, que hice un día con todos los ángeles, sea efectivo. Quiero sentirme serafín con los serafines, querubín con los querubines, y ángel con cada uno de ellos. Quiero que los ángeles virtudes fomenten en mí todas las virtudes y quiero unirme, especialmente, a todos los ángeles que adoran a Jesús sacramentado. Ángel mío, ángel amigo, ángel de Dios, bendíceme y ora mucho por mí. Procura que en cada sagrario del mundo haya, al menos, un ángel que ama y adora y ora en mi nombre. Que en todas las misas haya quien me represente ante el altar de Dios y, cuando alguno de mis familiares y amigos esté en dificultad, vete tú a ayudarle de mi parte en unión con otros ángeles.
Señor Jesús, hazme amigo de todos los ángeles para que todos tengan mi nombre escrito en su corazón y puedan amarte y adorarte en mi nombre, ahora y para siempre en unión con la Virgen María y todos los santos. Amén.

ORACIÓN ANTES DE LA MISA

Ángeles de Dios, espíritus puros y ministros del Señor, que presentáis ante su trono mis oraciones y sufrimientos, ayudadme para que pueda presentarme puro ante el trono de Dios para celebrar dignamente este santo sacrificio. Ángel de mi guarda, ayúdame durante la misa y ofrece el sacrificio de mi vida y de mi amor al Señor todopoderoso, en unión con todos los ángeles y santos.
Arcángeles santos, ilustres capitanes del ejército celestial, ayudadme a comprender los grandes misterios que vamos a celebrar.
Principados del cielo, dadme la gracia de vivir enteramente para Dios en la salud o en la enfermedad, en la pobreza o en la riqueza, para que mi vida sea toda para Dios, cumpliendo siempre su santa voluntad.
Virtudes celestes, asistidme para que progresando cada día más en el ejercicio de las virtudes, sea digno de tocar con mis manos y recibir en mi corazón a Jesús, mi Señor y mi Dios.
Potestades invencibles del Señor, libradme de todos los ataques de los enemigos del alma y alejad de mí a todos los demonios durante esta celebración eucarística para que pueda servir dignamente a mi Señor,
Dominaciones poderosas, dadme la libertad de los hijos de Dios para que no esté sometido a los vicios ni apetitos carnales y pueda amar libremente y con todo mi amor a mi Señor, Dios todopoderoso.
Tronos sublimes y gloriosos, dadme la gracia de ser humilde y sumiso a la voluntad de Dios para servirlo con todo mi corazón, y mi alma pueda ser digna morada de la santa Trinidad.
Querubines excelsos y luminosos de la gloria celestial, iluminad mi alma para que pueda conocer la excelencia infinita del sacrificio que vamos a celebrar y pueda con vosotros alabar y glorificar ahora y por siempre el santo Nombre de Dios. Serafines amorosos, que estáis ante el trono de Dios, envolvedme con vuestro fuego divino para que mi alma sea una llama de amor y pueda unirme a vosotros para amar ardientemente a Dios por toda la eternidad. Amén.
Todos los coros de los ángeles, acompañadme en esta celebración. Todos los ángeles del universo, venid a cantar conmigo las alabanzas del Señor. Amén.

ÁNGEL DE MI GUARDA

Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado, escuchas mis oraciones y cuentas todos mis pasos.
En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.
Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga, que vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.
Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.
En presencia de los ángeles, suba al cielo nuestro canto: gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.
(Himno de la Liturgia de las Horas)

AL ÁNGEL DE MI GUARDA

Cuando perdido en la vida y alejado de mi casa, andaba por los caminos sin saber por dónde andaba, tú caminabas conmigo al ritmo de mi sandalia. Cuando perdido en la noche, tenía frío en el alma, tú caminabas conmigo hasta el despertar del alba. Cuando estrellado en el muro y cercado por la valla, me sentía prisionero sin la libertad soñada, tú caminabas conmigo, deshaciendo la alambrada. Siempre estuviste en mi vida como el sol de la mañana, como la luna en la noche, como el mar sobre la playa, siempre estuviste a mi lado, animando mi esperanza. Por ti volvió mi Jesús a ser el centro de mi alma. Y, por eso, te doy gracias angelito de mi guarda.
* * * *
Yo enviaré un ángel delante de ti para que te defienda en el camino y te haga llegar a tu destino. Acátale y escucha su voz. (Ex 23, 20-21)


CONCLUSIÓN


Después de haber visto la importancia de la amistad con los ángeles, considero que sería una buena decisión tomar en serio a estos hermanos nuestros, que tanto pueden y desean ayudarnos. Su amistad no nos hará daño, sino todo lo contrario. Por eso, debemos comenzar por hacer con ellos un pacto de amor y ayuda mutua. Después, hacer el propósito de pensar más en ellos, saludarlos y ofrecerles muestras de cariño, ofreciéndoles flores espirituales. Ellos se sentirán agradecidos y nos responderán con su amor y ayuda más de lo que podemos imaginar.
Dios nos ha dado un ángel bueno para que nos cuide. Olvidarlo y no pedirle ayuda es algo que va en contra de la voluntad de Dios. Allá los que no crean en su existencia o duden de su eficiencia. Los santos nos hablan por su propia experiencia y yo puedo dar testimonio de la eficacia de esta realidad. Ellos son tan reales como las cosas que nos rodean. Ellos están más cerca que nuestros propios familiares. Ellos nunca nos abandonan. Y, con mucha frecuencia, nos libran de peligros sin que nos demos cuenta.

Saludos de mi ángel y saludos a tu ángel.


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